Me lo preguntaron muchas veces, y siempre fue igual. Nunca hubo una curiosidad sincera, mucho menos una intención inocente. “¿De qué te escapás?”, y la sílaba final venía siempre acompañada de una mirada en F22, bien entrecerrada, como intentando enfocar en lo más profundo del ser cuestionado, o sea, yo. Era claro que la pregunta no era una pregunta sino un juicio de valor sin escapatoria (valga la redundancia). Viajando te escapás de alguna responsabilidad de esta vida, pero no te vas a escapar de reconocer tus flaquezas frente a esta pregunta. Porque la huida, claro está, es de cobardes. Huye el que tiene miedo, el que no se la banca, el gallina. Al principio, la situación me generaba violencia. A nadie le gusta que lo juzguen cara a cara, mucho menos a base de prejuicios. Yo no me escapaba de nada.
Con el paso del tiempo, me di cuenta de que en realidad no escapa solamente el miedoso. De hecho, empecé a creer en todo lo contrario. Hay que tener valor para escapar, para enfrentarse al riesgo de la deserción, al fracaso de no conseguirlo. Escapa el que quiere un cambio, el que no soporta las condiciones, el que necesita imperiosamente algo diferente para sí. Escapa el que quiere estar vivo. La fuga pone al flor de piel todos los sentidos, lo llena a uno de adrenalina, hace que la mente toma conciencia de cada momento, de cada parte del cuerpo, de cada estímulo. Viéndolo así, entonces yo era una escapista profesional, y del odio pasé al orgullo. Me escapo de la vida impuesta, de la filita de hormigas, del dedo acusador. Y me encanta.
Llegamos a Belgrado un lunes por la mañana, huyendo de la lluvia. Pero esa misma lluvia que nos había aguado las fotos en Zagreb y que había convertido el techo del tren en una orquesta monocorde, estaba también en la capital serbia, y por todos lados. Hay cosas de las que uno no se puede esconder.
Armamos planes lo mismo. (A veces tiendo a pensar que las cosas que uno ignora por voluntad propia pasan a no existir de manera automática, así que dijimos: vivamos como si la lluvia no existiera y entonces quizá no nos mojemos). Free Walking Tour, probar bürek, buscar grafitis, ver los edificios bombardeados, sacar muchas fotos, Semun, y toda la ex y post Yugoslavia que podamos meter en nuestras cámaras. Y cuando ya teníamos todo más o menos ordenado y habíamos dejado el espacio en blanco para lo imprevisto, llegó la invitación. “Chicas, ¿no quieren probar uno de nuestros escape rooms? Los abrimos hace unos meses y nos gustaría que escribieran sobre ellos”. Pff, escape room. Claro, vas a venir a la ciudad que fue capital de uno de los imperios comunistas más nostálgicos de la Tierra, la única ciudad europea bombardeada por la OTAN, el lugar donde comenzó la I Guerra Mundial, la capital del país de Kusturica, el hogar de Tito, el país de Tesla, y tantas otras cosas más que aumentan mi indignación momentánea ¿y te vas a meter en un cuarto decorado para que juegues a escaparte sabiendo que aunque hagas todo mal vas a salir igual? Qué estupidez.
Es obvio que viajando aprendí a ser más flexible, pero hay opiniones que ni los kilómetros ni las fronteras parecen poder cambiar. Leo que una ciudad tiene “excelente vida nocturna” y puaj; que tal sitio el “ideal para el avistamiento de aves” y una voz homeresca me dice “aburridooo”. Pero en fin, estábamos ahí, llovía y era gratis.
Los escape rooms son una especie de juego para grandes que consiste en intentar salir de una habitación resolviendo acertijos y utilizando los elementos que hay dentro en un lapso de una hora. Cada escape room es único, y por eso las habilidades que se ponen a prueba varían. Hay que observar mucho, poner en juego la creatividad, la lógica y siempre, jugar en equipo. Dentro del cuarto hay cámaras escondidas, que permiten que de afuera se pueda observar el juego. Así, cuando la cosa no avanza, se puede pedir una pista que ayude a resolver el acertijo. Los primeros escape rooms fueron creados en Estados Unidos en 2006 por un grupo de ingenieros en sistema y el cuarto estaba inspirado en los libros de Agatha Christie. A Belgrado la moda llegó hace menos de un año, y en Adrenalin por el momento hay dos opciones: el despacho de Tito, o la mente de Tesla. Supongo que mi escepticismo iba más allá de la casi-seguridad de estar perdiendo el tiempo encerrada, en vez de estar explorando una ciudad que no iba a ser fácil de acaparar. Creo que ─aunque me cueste admitirlo─ lo que no me convencía era la idea de jugar, o más bien, de meterme en el juego. Voy a intentar explicarlo: como buena fanática de Los Goonies, me parecía fantástico recrear situaciones donde hubiera que poner a prueba el ingenio, el sentido común, la percepción. Pero como adulta de 30 años a quien el avance tecnológico la dejó anclada a la Family Game, tenía una especie de desconfianza de poder entrar en clima. Más aún, sabiendo que esto no se trataba de algo virtual sino de algo real. Cuando jugamos como niños, la mayoría de los adultos jugamos a jugar. Fingimos que comemos torta, pero masticamos el aire sintiendo gusto a vacío porque sabemos bien que lo que hay ahí no es dulce de leche sino la nada misma, que es a lo que sabe el bloqueo general de imaginación. Sin sobrinos y con un instinto materno totalmente dormido, sé bien que no podría sobrevivir en el País de Nunca Jamás por más de 5 minutos.
Todo esto pensaba yo mientras Sanja nos daba la bienvenida y nos indicaba que, por ser novatas y por ser dos (los equipos pueden ser de hasta seis participantes) nos iba a tocar el despacho de Tito, que es el cuarto más fácil. A esa altura, yo pensaba en dos posibilidades:
a- para resolver todo van a ser necesarios conocimientos de matemática, historia, etc. etc. y me voy a quedar mirando la pared durante 60 minutos (o lo que es peor, voy a empezar a gritar “¡Guardias!” mientras parto la puerta a puñetazos);
b- voy a terminar con la misma cara de decepción que Amy (perdón, no lo encontré subtitulado!)
Pero hacía falta (y quería) ponerle onda, así que saqué mi lado más competitivo y presté atención como si la vida dependiera de eso. La consigna: imaginar que somos la mujer del Mariscal e intentar averiguar a quién pertenece su corazón (parece que el hombre tenía fama de mujeriego).
Josip Broz Tito fue la mente detrás y al frente de Yugoslavia, una federación socialista que abarcaba los actuales países de Serbia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Montenegro y Macedonia, y que duró desde la II Guerra Mundial hasta el año 1991. Las voces sobre la realidad cotidiana de Yugoslavia son muchas, y no voy a entrar en detalle en este post, pero se diga lo que se diga, lo cierto es que Tito cambió la historia de esta parte del mundo y que aún hoy, a más de 20 años de la caída del régimen y de las guerras que se desprendieron, su personalidad sigue presente en las calles de Belgrado, en las conversaciones de la gente y hasta en los juegos de entretenimiento, como este que estamos por jugar.







Entramos desconfiadas. El cuarto era como nos imaginamos, un despacho de la época. Había muebles, banderas, fotos y muchos candados. Nada más. Estaba segura de que iba a haber una pista que nos dijera por dónde empezar, un papel con instrucciones, una pregunta que nos ayudara a desenmarañar el resto del ovillo. Pero nada. Sólo un reloj en cuenta regresiva sobre la puerta, y un cuarto que requisar. Y entonces, cuando ya había sacado todas las conclusiones, cuando había dejado bien en claro mis fundamentos y cuando estaba convencida de aburrirme como un hongo, se activaron mis sentidos. Vos buscá allá, yo acá, mirá lo que encontré y esto para que sirve. No sé si fue cuando descubrí la primera pista o cuando abrimos el primer candado, pero tuve que retractarme de todos mis pensamientos, mis prejuicios y mis palabras: estábamos jugando a más no poder, y queríamos ganar más que nada en el mundo. No voy a develar detalles del juego en sí, porque les arruinaría la sorpresa y lo que más quiero es que si pasan por Belgrado, vayan. Lo que voy a decirles que no llegamos a hacerlo en los 60 minutos pero resolvimos el acertijo igual, y que nos gustó tanto y quedamos tan embaladas, que del puaj, del aburrido, de qué estupidez pasé a ¡juguemos de nuevo! ¿Hay de esto en Buenos Aires? ¿Habrá clubs de adictos a los escape rooms? Así que a la mañana siguiente ahí estábamos las dos para desafiar a Tesla, y esta vez, con un poquito menos de ayuda que el día anterior, lo conseguimos.

Si me preguntan si cumplimos con el desafío, la respuesta es un sí, y vale doble. Escapamos del cuarto de Tito, pero también escapé un poco de mis pensamientos, de hacer siempre lo mismo. Escapé de escapar, si se quiere, porque aunque el blog se llame los viajes de nena, en temas de juegos la infancia se me escapa, y jugar me daba un poco de cosa.
Sí, también voy a escribir sobre Belgrado más allá de los juegos y de la lluvia. Eso se viene después de los desafíos. Mientras tanto, acá les comparto la foto de un habitué del bar que le hace honor a Tito, y donde saqué muchas de las fotos de este post, y algunos datos curiosos, por si se quedaron con ganas de jugar, y algo de info práctica, por si están planeando un viaje a Belgrado. Nos vemos en la próxima.

Algunos datos útiles sobre este viaje:
Dónde dormir: Durante nuestra estadía en Belgrado, Aniko y yo nos quedamos en el Hedonist Hostel. Nos encantó. No suelo ir a hostels en mis viajes, y este me trajo recuerdos de por qué me gustaba tanto trabajar en hostels cuando recién empecé en el mundo del turismo: las ganas de recibir gente, la atención, el ambiente. Más que recomendado.
Precios: Sebia es muy barato, y si vienen de Croacia la diferencia se nota aún más. Se puede almorzar muy bien por 3-5 euros, y si piensan cocinar, mucho menos entonces. Un té vale alrededor de 1 euro, ¼ de bizochitos lo mismo (sí, Serbia tiene muchos panificados, que además de ser una buena opción para salir del paso, tientan). El transporte local es muy barato. Tan barato, que casi todo el mundo “se olvida” de pagar.
Qué hacer: me volví muy fanática de los Walking Tours en mi último viaje por los Balcanes. Primero porque me gusta caminar mucho, segundo porque por lo general son gestionados por gente joven, que conoce la ciudad, y que le da una mirada que va más allá de lo que dicen los libros. En Belgrade Walking Tours tienen varios, desde el gratuito (a base de propinas) sobre la historia general de Belgrado, hasta tour comunistas por la ciudad. Recomiendo particularmente el segundo, que más que un tour es una clase de historia hecha y derecha.
Qué comer: Los serbios comen mucha carne. Si no son vegetarianos, no se pierdan el cevapi (se lee chevapi) y las hamburgesas serbias. 100% casero todo.
Lo último: Prepáranse para comer con humo. Los serbios fuman horriblemente, y si uno se queja, pasa por desubicado. Eso sí, lo que tienen de fumadores lo tienen de hospitalarios, y aunque no hablen inglés la voluntad de comunicarse siempre está. Bajen el prejuicio de que Serbia es peligroso o es “girl-unfriendly”, como me dijeron por ahí. Hay que viajar por este país. Vale mucho la pena.
En este desafío contamos con el apoyo de:
¡Hermoso el post, muy divertido! ¿Y si te escapás del mundo adulto un ratito y nos cuentan a qué juegan los chicos en Serbia? Abrazo!
Sabés que no vimos muchos chicos jugando en la calle, ahora que lo mencionás?
En Bs As hay! me enteré hace poco de uno que se llama «Juegos Mentales» en San Telmo (no fui).
Lauu yo jugué a eso en una app del cel y es altamente adictivo… Copado jugarlo en espacio reall besulii
Huir: de la lluvia.
Como se huye: de los días leyendo libros dorados.
O, como huiremos: de todas las cosas que no queremos ver,
y huiríamos, de aquello que sí hemos visto.
Qué importa. Juguemos, ¿no? Mientras llueve en Sydney,
imagino a dónde podría escaparme. ¿Al sueño, quizás?
Se la lleva entre las manos a la muchachita viajera escapadora.
Maguita.
Titititi (este mensajito era para decir que los mapas a veces se tornan pequeños).
🙂 🙂 <3
Aaay siii!! Cuando vi lo del capitulo de «The Bing Bang Theory», pensé «quiero ir a esos juegos» y automaticamente creí que tendría que esperar a ir a Estados Unidos. Ahora que lo mencionas, y que vi en un comentario que en San Telmo también hay, me quiero poner a buscar donde más existen en Sudamérica y también bajarme la app… jaja no se cómo voy a hacer con el manejo del tiempo!!! 🙂 🙂
Además de tu experiencia en Belgrado (mi tercer lugar en el mundo!) me encantaron los dos primeros párrafos. Justamente ya decidí para principios de año que viene sacar un pasaje de ida y dejar todo, y hablando esto con la psicóloga me dijo ya un par de veces si bien le parece muy buena mi decisión (*tira flores* diría TinTin Round the World jaja) me dice que ve que un poco me estoy escapando de algo. Yo no creo que sea así (más bien creo que fue un proceso que venía de hace bastante) y cuando leí esto que escribiste me confirmó que no estoy errada. Escaparse es un instinto humano básico, hubo gente que se escapó de campos de concentración, de gulags, el preso que se escapa de la cárcel y obviamente salvando las distancias con los que queremos dejar cosas atrás por elección, es muy difícil saber qué hacer con la libertad y por eso puse esos ejemplos trágicos, porque como vos decís, escapa el que quiere estar vivo, escapa el que se sueña arriba de una montaña gritando «¡la puta que vale la pena estar vivo!».
Yo misma -sin conocer esto de las escape rooms- también escapé en Belgrado. Fue una ciudad que me marcó mucho y la que ayudó bastante a escapar próximamente. Es una ciudad que quiero mucho y me encanta porque embruja a la gente, los -pocos- que conozco que fueron volvieron maravillados, seguro que vos también!
Buenísimo que te haya gustado tanto el tour comunista, por cómo lo describis, me juego la cabeza que el guía fue Zeljko, es un groso, pegamos terrible onda y nos hicimos amigos gracias a la Yugo-nostalgia y a Tito.
Uh me re extendí, te mando un beso grande! 🙂
Wooooow !!! Debe estar súper!
Hola 🙂 te acordás como se llama (o aprox dónde queda) el Bar que le hace honor a Tito. Estoy en Belgrado y me encantaría conocerlo 🙂 gracias!
Buenas!
Me encantaría saber a qué bar corresponde esa foto tan fascinante con tanta simbología comunista, puesto que en 15 días estaré allí.
Gracias!
¡No lo sé! Salimos a caminar sin rumbo y nos encontramos con semejante lugar!