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Desafío Serbia – Croacia: Epílogo

Empecé a sentir que el #DesafioSerbiaCroacia se terminaba más o menos a la mitad del viaje. Estábamos en Serbia, en Mokra Gora. Nos acabábamos de bajar del tren al que le habíamos hecho dedo, y me agarró un bajón repentino, como uno de esos vientos que entran por la ventana de golpe. “Ya empezamos la cuenta regresiva, Ani. Se nos está terminando el viaje”. Lo dije y me puse un poco triste. Ani se rio y me hizo notar que era un exageración (nos quedaban más de 10 días de viaje), que todavía faltaba toda la costa de Croacia y que, en todo caso, #todoconcluyealfin. Con los viajes lindos me pasa eso: son como las vacaciones de verano. Si pudiera, los estiraría como un chicle.

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Serbia y Croacia fueron una segunda prueba de algo que nos había hecho muy felices. Llegamos cargadas de desafíos, expectativas y un poco de miedo también (a las segundas partes hay que tenerles respeto), pero envalentonadas. Habíamos leído tanto de Serbia y de Croacia que nos vencía la ansiedad. Con esas ganas, las cosas no podían salir mal.  Este es un mapa de nuestro viaje.

Esta es la lista de los desafíos que publicamos Ani y yo, durante 20 días de viaje.

Desafío Serbia – Croacia (introducción) y la versión de Ani

Desafío Serbia – Croacia (1): Buscar tesoros en Zagreb (Ani)

Desafío Serbia – Croacia (2): Encontrar el corazón de Zagreb

Desafío Serbia – Croacia (3): Dejar que nos lleve el azar (Ani)

Desafío Serbia – Croacia (4): Escapar en Belgrado

Desafío Serbia – Croacia (5): Encontrar a Kusturica (o subirnos al Šargan Eight) (Ani)

Desafío Serbia – Croacia (6): No dejar pasar el tren

Desafío Serbia – Croacia (7): Explorar lugares abandonados (Ani)

Desafío Serbia – Croacia (8): Hacer barcoestop o navegar la costa croata

Desafío Serbia – Croacia (9): No comer pizza (Ani)

Desafío Serbia – Croacia (10): Poder gritar a los cuatro vientos “This is Croacia!”

Como siempre, hubo algunos desafíos que no pudimos llevar a cabo…

 Me había propuesto conseguir la ciudadanía del país más joven del mundo. Liberland es una pequeña porción de tierra que se encuentra entre la frontera de Serbia y Croacia, en la margen occidental del Danubio y que, debido a disputas territoriales no resueltas, se autoproclamó micronación independiente el 13 de abril de 2015. Tiene apenas 7 km2 y, aunque todavía no vive nadie su fundador, Vít Jedlička está poniendo mucho empeño en alentar a nuevos ciudadanos e inversores a asentarse en su pequeño país para empezar con todo lo que hay que empezar para hacer un país. Ni bien me enteré lo puse en la lista por varios motivos, además del fetiche esperable de poner pie en un nuevo país. En primer lugar, me parece una realidad impensada en nuestros tiempos. ¿Fundar un país desde cero? ¿Qué se hace? ¿Plantás una estaca y decís “hasta acá llega Liberland”? ¿Traés un grupo de exiliados/rebeldes/aventureros y te ponés a procrear? No sé, pero quería ir a verlo. En segundo lugar, porque de tan irreal que es, no sé cuánto vaya a durar. Mejor vamos antes de que se termine. Seamos pioneras, fundemos, levantemos bandera. Nos pusimos manos a la obra antes de salir de viaje, y aplicamos a la ciudadanía de manera on line. (Fundadores de países pero ningunos boludos). Y venía todo bien hasta el momento de las inversiones. Parece ser que para que te acepten hay que tener mucho más que ganas y fetichismo. Estando allá lo intentamos, pero al igual que con el barcoestop, para llegar a Liberland hace falta tiempo, porque las carreteras están muy mal marcadas. Y a eso, se sumó la noticia de varios curiosos a quienes los policías croatas sacaron escopetas en mano (porque no hay que olvidar que este territorio sigue en disputa). En fin, preferimos evitar quedar varadas y dejamos la ilusión para la próxima vez.


No sé cuánto va a durar actualizada esta noticia. Para Google maps, Liberland está cerrado definitivamente…

No llegamos a Liberland, pero le hicimos dedo a este tren...(y nos subimos!)
No llegamos a Liberland, pero le hicimos dedo a este tren…(y nos subimos!)

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 Quisimos no decir que no durante un día y ver a dónde nos llevaba. Inconscientemente imaginamos que en Serbia o en Croacia no íbamos a tener el mismo problema que en Islandia, donde cada quien hacía la suya y nadie nos pasaba cabida. Y si bien hubo mucha, pero mucha más interacción con la gente, lograr que alguien nos propusiera algo, o armar un no-plan en base a invitaciones, tampoco fue tan sencillo. Reemplazamos la interpelación con cuotas de azar. Tiramos dados, elegimos letras e hicimos mucho autoestop, así que no estuvo tan mal.

Caminamos mucho...como siempre
Caminamos mucho…como siempre
Y así, caminando, encontramos mucho arte callejero (la lluvia siempre presente, obvio, aunque no sé qué hago con un paraguas).
Y así, caminando, encontramos mucho arte callejero (la lluvia siempre presente, obvio, aunque no sé qué hago con un paraguas).
Encontramos música típica sin buscarla (y mucha felicidad en eso).
Encontramos música típica sin buscarla (y mucha felicidad en eso).
Hicimos dedo en el medio de la ciudad (y llegamos)...
Hicimos dedo en el medio de la ciudad (y llegamos)…
El azar nos llevó a pasear por lugares como este. Subotica está al norte de Serbia, y su City Hall es una de las 7 maravillas de Serbia.
El azar nos llevó a pasear por lugares como este. Subotica está al norte de Serbia, y su City Hall es una de las 7 maravillas de Serbia.
También a dormir en lugares como este...
También a dormir en lugares como este…
Y también a comer platos como estos (cuando en realidad queríamos ir a un bar de aceitunas).
Y también a comer platos como estos (cuando en realidad queríamos ir a un bar de aceitunas).
Se supone que los desafíos son desafíos y que no siempre tienen que ser cómodos. Ya lo habíamos aprendido mientras revolvíamos los tachos de basura en Reykjavik, o mientras nos quedábamos paradas con un cartel de “abrazos gratis” en alto. Por eso, cuando nos dijeron que la noche en Belgrado era imperdible, que no podíamos pasar por la ciudad sin salir a matar la noche, entendí que no podíamos zafar. Alguno de ustedes se preguntará: ¿qué tiene eso de especial? Para mí, que en ese sentido nací abuela, porque odio pasar frío, odio los lugares cerrados con poca luz y música a todo volumen, no tomo alcohol, me molestan los borrachos, y me divierto más en mi casa mirando una peli o comiendo rico que saltando al ritmo de mal llamada música punch punch, lo tiene todo. No tengo que decir más: reventar la noche en Belgrado era un desafío. El tema es que no contábamos con muchas cosas. No contábamos con que iba a llover acaudaladamente los cuatro días que estuvimos en la ciudad, que justo esa semana la temperatura iba a bajar e íbamos a llegar todas mojadas y cagadas de frío después de caminar la ciudad durante todo el día, sin mucha ropa de invierno en la mochila. No pensamos que después de unos años la vida de hostels no iba a ser lo que más nos llamara la atención, que la felicidad de ver a todos nuestros compañeros de dormi iba a pasar más por tener el cuarto para nosotras solas y dormir o leer en silencio que por la posibilidad de unirnos a la caravana. ¿Estaremos viejas? Puede ser. O quizá sea que hay cosas que ni los desafíos pueden lograr. Salir a caravanear por Belgrado #FAILED

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Y más allá de los desafíos, en Serbia y en Croacia aprendí:

Que las comparaciones son muy malas. Bueno, eso ya lo sabía, digamos que lo volví a reafirmar. Creo de manera inconsciente, llegamos esperando repetir la experiencia de Islandia, de algún modo. Reírnos igual, encontrar la ola de energía y fluir de la misma manera. Y, obviamente, eso no fue posible. Cada destino es único, y puede ofrecer cosas únicas, y hay que aprovecharlas y disfrutarlas por lo que son. Quizá nos reímos menos que en Islandia, quizá conectamos más.

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Que uno propone (desafíos) y es el viaje el que dispone (y desafía). Salimos con una lista recontra factible y volvimos con otra lista realizada. Nadie nos enseñó a cocinar burek, pero más de uno nos invitó a su mesa y tuvimos que aprender a comunicarnos sin usar el idioma, a comer con el humo penetrante e infaltable de los cigarrillos serbios. Tampoco pudimos subirnos gratis a un barco, pero aprendimos a pedir permiso y sacar fotos únicas, a convivir en el tren, a viajar a dedo en tren.

Fumar, algo que está permitido en todos los bares y restaurantes de Serbia.
Fumar, algo que está permitido en todos los bares y restaurantes de Serbia.

Que a veces el idioma es complementario. Cuando hay ganas de comunicarse, las palabras sobran. Hablamos inglés, hablamos italiano, chapurreamos alemán y francés. De croata y de serbio, muy bien gracias. Pero somos humanos, y si queremos decir que el burek es de carne hacemos “muuuuu” y si quiero decir que soy de Argentina digo “Argentina” o “Messi” o “Maradona” y la otra persona se va a reír, y lo va a entender. No hubo nada más lindo en este viaje que ver los ojos de la otra persona brillar al pronunciar nuestro país. “¡Argentina!” y se abría una puerta.

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Que cuando se abre una puerta, hay cinco puertas más detrás. El aprendizaje es un camino infinito, los viajes también. El viaje a Serbia para mí fue la llave de la curiosidad, y estoy agradecida por eso. Yo, cero a la izquierda en las clases de historia; yo, mitad disléxica, mitad distraída, capaz de confundir 1678 con 1876; encontré en Serbia una puerta abierta a una historia mucho mayor, una historia que nunca antes me había conquistado (a lo mejor no me había llegado de la forma indicada).  Las ganas de hacer un viaje más profundo por toda la ex Yugoslavia, de escuchar historias, de compartir, de entender aristas y realidades y consecuencias. Un anzuelo, un bichito que pica. Y Croacia fue un paraíso. Una descubrimiento, el calor de verano abrazándome, una invitación. La curiosidad por el idioma, la belleza por la belleza misma. Si antes tenía ganas de ir por no conocer, ahora por conocer tengo ganas de volver y de quedarme. Y así, sucesivamente…

Que el tiempo de viaje nunca alcanza, y eso es lo lindo (porque un viaje alimenta otro). Serbia y Croacia me despabilaron, me estaba quedando un poco dormida en el invierno de casa.

Que hay heridas que nunca van a (poder) sanar. Si la felicidad se contagia, la pena también. Y aunque nosotras estuvimos de viaje relativamente poco tiempo, sentimos muy fuerte esa rivalidad y esas broncas históricas en el aire. Si en Croacia decíamos que Serbia nos había encantado, los croatas nos miraban con el ceño fruncido y arremetían contra Belgrado, Tito y la placinta. Si en Serbia decíamos que en Croacia nos habían tratado muy bien, los serbios decían “eso es porque son argentinas, si fueran serbias no pensarían lo mismo”. De Bosnia nadie nos habló bien. Estamos seguras de que si hubiésemos ido tendríamos buenos recuerdos que compartir.

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#Minidesafíos

Y en esta especie de bonus track, viene el resultado de un desafío chiquito, que nos mantuvo entretenidas durante toda una tarde de lluvia. Ani había tenido de la ocurrencia de convertir la ciudad en un set de fotos. A mí me gustaba de hacer foco en pequeños detalles. Anotamos ideas, las metimos en una bolsita, y sacamos los papelitos. A mí me tocó: buzones, color rojo y relojes. Esto es Belgrado contado desde esos elementos:

Este es el post final de la serie “Desafío Serbia-Croacia”, un viaje de tres semanas que hice junto a Aniko, de Viajando por Ahí. Pueden leer el Desafío Serbia – Croacia: final de juego en su blog. Gracias por viajar con nosotras!

En este desafío contamos con el apoyo fundamental de Eurail y de Asegura tu viaje. También nos brindaron su ayuda Visit Zagreb y Experiencie Dubrovnik

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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