En casa hay mapas por todos lados. De la pared de la oficina-comedor cuelga un planisferio. Tiene países, océanos, barquitos dibujados y hasta una visión focal de los polos. En mi mesita de luz, un Rivadavia de otros tiempos me marca las fronteras de un África que ya no existe. En la pared de la cocina que rebalsa de postales, hay una sección exclusiva dedicada a los mapas. Ahora que lo pienso, creo que el baño es la única zona libre de cartografía. Por ahora.
Durante todos estos meses de escritura sedentaria, los mapas han sido aliciente efectivo. Ahí donde el teclado se trababa, se alzaba la mirada hacia el planisferio y ¡zaz!, venía la inspiración, el recuerdo, la motivación. No me importa si son mapas del mundo, de ciudades, de parques de diversiones. Para mí, todos están divididos en dos partes: los lugares que conozco y los que todavía me faltan por conocer. Y eso es una doble motivación. Por un lado, recorrer con la vista rutas y ciudades en los que uno ya ha estado, darles un rostro a los nombres, un aroma o un sabor, es en parte volver a viajar. Las distancias se achican, porque el viajero tiende a relativizar los mapas, y de repente nos parece que Perú está ahí nomás de Colombia, y Colombia ahí nomás de México, y así. Los mapas hacen que perdamos el miedo a viajar, y viajar nos ayuda a perderle miedo a los mapas.

Por otra parte, los mapas son siempre una buena manera de iniciar un viaje. Allí, mirando desde la pared, el mapamundi me tienta con decenas de itinerarios pendientes. Una mañana, planeamos un recorrido desde los Balcanes hasta Alaska, y nos perdemos en el color membrillo que Rusia tiene en este mapa. Otro día cruzamos África de norte sur, y por la noche dividimos Asia en tres etapas. Ya nadie nos cree cada vez que hablamos sobre el próximo destino: tenemos una histeria cartográfica. Pero no nos preocupa realmente. Es un mundo grande el que habitamos, pero la enfermedad del viajero todo lo puede: se que, aunque sea en partes, vamos a darle la vuelta.
De todos los mapas que guardamos en casa, los que más recuerdos tienen son los mapas carreteros. Todos los viajeros llevan –o al menos deberían llevar– un buen mapa en la mochila. No se puede andar por el mundo sin saber donde se está parado. Pero para el viajero autoestopista, un mapa es vital: quien tiene conocimiento, tiene poder. Da igual si queremos llegar a dedo desde Buenos Aires hasta Mar del Plata, o desde Aveiro hasta Lisboa. Para extender el pulgar hay que saber –aunque sea por arriba– los nombres de los pueblos intermedios, los números de las carreteras o las ubicación de posibles rotondas, para poder decidir si ese tramo que nos ofrecen vale la pena. A veces, la ruta nos lleva a escudriñar el mapa, a mirarlo como quien no quiere pestañear, a manosearlo hasta rasgar sus pliegues. No importa si se rompe: mapa usado, mapa viajado.

Hay ocasiones en que los mapas que archivamos terminan siendo meros croquis a puño alzado. Casi todos señalan cómo llegar a la ruta, o cómo volver a la casa del anfitrión de turno. Es probable que si dentro de unos cuantos años alguno de mis nietos husmee entre esos papeles, no llegue siquiera a entender lo que se pierde entre caligrafías miles, cruces anónimas y calles huérfanas. Pero los guardamos porque esos mapas nos conducen a notros mismos una y otra, y otra vez, hacia aquellos recuerdos que se apelotonan en la memoria viajera.
No tengo idea dónde irá a parar el planisferio imitación-antiguo cuando volvamos a calzarnos la mochila. Algo me dice que no sobrevivirá al próximo viaje. Hay mapas que no nacieron para ser archivados, y este es uno de ellos. A lo mejor tengamos que doblarlo y meterlo entre los libros. Y entonces se aje y se marque y ya no vuelva a ser el mismo. Aún así, se convertirá en el mapa trofeo que nos ayudó a hilvanar los pasos de la aventura que aún no comenzamos. Y entonces vendrá otro mapa. Como siempre, en la vida del viajero.
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Bonus Track: “Un mapa en la cabeza”
He hablado muchas veces de este libro, que compré por casualidad cuando estuve en Madrid y visité Altaïr, una librería especializada en viajes. (Hay en Madrid y en Barcelona, y son un sueño hecho estantes). “Un mapa en la cabeza” es un libro escrito por Ken Jennings, un enfermo de la geografía que tiene el record mundial de trofeos en concursos de preguntas y respuestas. El tipo es una enciclopedia andante. El libro en sí es un rejunte de historias relacionadas con los mapas. Desde historias de coleccionistas, hasta competencias de aficionados al GPS. Y está llenísimo de datos curiosos. Les transcribo acá un párrafos que marqué con resaltador en mi libro, y explica la diferencia entre hombres y mujeres en cuanto al sentido de orientación. (Sí, yo también necesito dar vuelta los mapas según mi ubicación).
“Pruebas sobre género y orientación han determinado que las mujeres tienden a orientarse mediante puntos de referencia (“giro a la izquierda cuando llego a la gasolinera”), mientras que los hombres recurren al cálculo puro y duro (“todavía tengo que ir al norte y tal vez un poco hacia el oeste”), lo cual concuerda perfectamente con la perspectiva evolutiva: los hombres primitivos salían en expediciones a cazar en todas las direcciones y siempre tenían que encontrar el camino de regreso a la cueva, por lo que desarrollaron su “memoria kinésica”, mientras que las mujeres recolectaban alimentos más cerca de la casa y desarrollaron por tanto su “memoria de localización de objetos”. En pocas palabras, los hombres se hicieron mejores a la hora de encontrar lugares, mientras que las mujeres se hicieron mejores a la hora de encontrar cosas. Avanzamos 20.000 años y a mi mujer la pone de los nervios que yo no logre encontrar las llaves del coche aunque estén en el tocador delante de mí. En cambio, yo me burlo de su tendencia a darle vuelta a un mapa si no está en la posición “correcta”.”
Tal vez esto me sirva para entender por qué soy yo la encargada de ubicarme dentro de una ciudad, o de encontrar cosas en la mochila, y por qué es siempre Juan el que planea los itinerarios ruteros antes de salir a hacer dedo.
¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego, una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo en Facebook, y por medio del hashtag #VeoVeo en Twitter y otras redes sociales. ¿Querés jugar? ¡Veo veo! ¿Qué ves?
Y no dejes de chusmear los veo-veo de este mes: Caminomundos, Caminando por el globo, Mi vida en una mochila, Huellas en mí, Titin round the world, Un mundo pequeño, Hey hey world, Cruzar la puerta, Mochilas en viaje, La de ojos abiertos, Amneris Mazzeo, Prometeo Poeta, Pensadora, Dream in Image, V de viajera, Días Nómade, Babelia Heterogénea, Magia en el Camino, Caminarte el Mundo, Aye Romano, Latinamericando
Hola Laura!
Aunque esta sea la primera vez que te escribimos, siempre rellenas algunos deliciosos minutos de lectura a lo largo de nuestro viaje. Hoy en un día de lluvia y relámpagos, queremos aprovechar para dejar este mensaje que nunca «hay momento para…».
Es curioso… precisamente el otro día empezamos a leer un libro titulado «Porque los hombres no escuchan nunca y porque las mujeres no saben leer los mapas», de Allan y Barbara Pease. Para nada es un libro sexista. Además de tener un punto cómico, explica muy bien porque cada sexo actuamos de formas distintas ante una misma situación y, como Ken Jennings dice, todo tiene un motivo más bien histórico.
Y por nuestra parte, lo confirmamos! Marc es el «planeador» de la ruta y yo la «descubridora» de lugares y cosas.
Nos hizo ilusión compartir con vosotros esta casualidad!
🙂 Gracias por el mensaje! Y tengo que conseguir ese libro! jajajaj Hasta ahora, todos los comentarios de parejas viajeras que he recibido confirman lo mismo! No debe ser casualidad. En el libro de Jennings también explica por qué los hombres NUNCA quieren preguntarle a la gente cuando se han perdido en el auto, cosa que he sufrido MUCHAS veces. 😀 Ah, y otra vez, gracias por la posta! Buenos viajes, chicos!
Parece que somos muchas las que damos vuelta los mapas!
Cuando terminamos la facultad, con mis amigas fuimos a recorrer el norte argentino «de viaje de egresadas» y conocimos a un chico suizo que me decía «yipies…» lo que me costó entender que en realidad me había apodado «GPS» por mi sentido de la ubicación. Yo bajaba de un micro, llegábamos a un pueblo y decía: allá está la plaza, el centro, para acá esto, para acá lo otro, como si ya hubiera estado antes.. me pasa siempre! no sé cómo lo hago pero me funciona casi siempre! También tomo a los objetos como referencia, cierto arbol, cierto negocio o cartel.
Hace poco recicle un viejo pupitre y lo llame «mesita conquistadora» porque le pegue un collage hecho con un planisferio y mapas escolares…
Aaah, los mapas! Nos hacen soñar sin siquiera movernos en el espacio.
En cuanto a saber leer mapas… debo confesar que los desplazamientos y la ubicación en nuestros viajes dependen de mí y no de mi novio porque no sabe interpretar un mapa, ni para arriba ni para abajo, y menos sabe dónde está el sur o el norte. Yo, si estoy MUY perdida, trato de guiarme por la posición del Sol como me enseñaron en la escuela, pero a veces perderse tiene su diversión.
Aguanten los mapas! besos!
Hola Laura:
No se trata de susceptibilidades.A mí me gusta lo que escribís y el post está muy bueno, excepto por la idea de imaginarse las diferencias de género como «naturales» y las demás como históricos. El propio autor del libro «porque los hombres no escuchan nunca y las mujeres no saben leer los mapas…» se traiciona cómo bien muestra Coneixentmons en el pasaje:»…y, como Ken Jennings dice, todo tiene un motivo más bien histórico…». Es exactamente esto, las diferencias de género fueron historicamente construidas exactamente como las otras diferencias grupales. El título del libro ya es totalmente machista ya que presupone quue mesmo que las mujeres sean graduadas en geografía o en ingeniería cartográfica no sabrán leer mapas, por el simple hecho de que son mujeres!! Por esto es «natural» que en las publicidades televisivas de jabón en polvo o de esponjas de cocina, solo las mujeres estean usandolas ya que se trata de algo «natural» a las mujeres. No hay susceptibilidad ninguna en estas situaciones, pero simplemente de naturalización de una realidad históricamente construída. ?Por qué los hombres no escuchan nunca? Por supuesto, hombre que es hombre jamás irá escuchar una mujer, pues esto no sería «natural» a los hombres. Hay centenas de ese tipo de literatura que el «establisment» estadunidense publica todos los años para garantizar la manutención del status quo.
Y lo del mapa del globo al revés fue una idea de un cartógrafo para mostrar por que todos los mapas tienen el norte en el alto y con territórios mayores que en el sur, es por que los mapas se lo hicieron los europeos, que por supuesto siempre se consideraron superiores y más civilizados que los pueblos del sur.
Hay un blog de una profesora universitaria argentina que vive en Brasil que discute y analisa muy bien estas «naturalidades» en relación a los géneros, escrevalolaescreva.
Y esta «naturalización» no ocurre solamente en relación a los géneros. También con el dinero(que es una invención humana) las personas lo imaginan natural e imposible dejarlo de usarlo algun día en el futuro y dicen tonterías cómo: «?sin dinero cómo voy a comer?» , y yo siempre respondo, «!con la boca! ?Porque el cuerpo humano dejaría de ser capaz de comer, no habiendo más el dinero? Nosotros solo necesitamos de comida para vivir. El hecho de que haya personas que no pueden tener accesso a los alimentos es por el hecho de la existencia de una sociedad basada en una economía monetária, donde los alimentos son propiedad privada de algunas pocas personas. Pero no hay nada en la naturaleza que impida la superación de la economía basada en cambios monetários.
Creo que podemos escribir una biblia debatiendo esto! Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que mencionas, por supuesto, pero no con todas. No creo que TODO haya sido construido aleatoriamente, insisto en ciertas bases naturales, pero por sobre todo, no estoy de acuerdo con las revoluciones desperdiciadas. Es decir, cada quien tiene su batalla que luchar, y lo respeto. La mía no es la del feminismo o el machismo, y este es un post de viajes y de mapas, con una anécdota que comparto, porque me identifica. No creo que eso me haga machista. Me causó gracia y lo subí, eso es todo! Los estereotipos en todos sus órdenes pueden ser refutados, y está buenísimo. Viajo para eso! Pero no creo que un estereotipo que diga que las mujeres tenemos que girar los mapas para leerlos sea nocivo de manera alguna. De hecho, no dice que no podemos hacer algo, sino que lo hacemos de una manera diferente. Gracias nuevamente por el comentario y vuelvo a pedirte disculpas si te ofendí, pero es imposible escribir un texto que represente los gustos/opiniones de todos. Menos en un blog de viajes que es de carácter personal! Y con lo del dinero, comparto 100%!
Abrazos!
Quiero ese libro de «geografia de viajes»! 🙂
Yo por ser mujer no soy de girar el mapa, pero el tema de las referencias y de los objetos es tal cual!!!
Y tengo que agregar que me encanta el «nene» del Google Maps, que cuando lo llevas al mapa ves la ciudad como si estarias en frente!! Sirve para recordar lugares visitados o soñar por donde andará uno proximamente….
Saludos!!!
Qué nene? De qué me estoy perdiendo? ajaja Yo quiero!
No quiero alentar ningun tipo de discusión… pero el parrafo «Avanzamos 20.000 años y a mi mujer la pone de los nervios que yo no logre encontrar las llaves del coche aunque estén en el tocador delante de mí. En cambio, yo me burlo de su tendencia a darle vuelta a un mapa si no está en la posición “correcta”.” calza perfecto en nuestra pareja tambien!!! Ale no encuentra nada de nada dentro del motorhome… «donde estan los pañuelos?» y se escucha que digo «y donde van a estar?»… y tambien se escucha «hacia donde tengo que doblar?» y una voz con lagrimas en los ojos «ay no se, derech no no izquierda, si izquierda… pero la otra izquierda!» (es decir, derecha). Si si, aunque no lo crean… si me pedis rapido que te diga cual es la derecha y cual la izquierda, no puedo! jajaja Vamos a leer ese libro para entendernos mejor y excusarnos ambos que no lo somos a proposito… es algo que viene desde hace muchooooo jajaja, besos!!
Bueno, el tema de la derecha y la izquierda merece un post aparte. Tengo 28 años y cada vez que alguien me dice: está a tu izquierda (o a tu derecha), tengo que pensar con qué mano escribo. Juan se ríe porque a veces, cuando estoy muy pasada de rosca, llego incluso a levantar el brazo derecho un poco mientras lo pienso! jajaja Y la de no encontrar las cosas, es CLÁSICA.
Deberías preguntarle a Oterito dónde compró la cortina para la ducha con el planisferio y ahí ya tendrías la casa llena de mapas!!! 🙂
Una duda, ¿Generalmente donde consigues tus mapas?
Depende…a veces los compro en librerías especializadas, a veces por internet. La marca alemana Reise know-how tiene muy buenos mapas.
Muchas Gracias, sigue viajando
¡SIEMPRE HACIA ADELANTE!
Hola, Lau! Gracias por esta entrada. ¿Algún mapa que recomiendes para viajar por Argentina en plan «dedero»? Supongo que siempre lo mejor es tener el mapa en papel… más allá de que existan otras herramientas que dependan de Internet, aunque igual no tengo smartphone o GPS y supongo que, aunque lo tuviera, tal vez haya zonas sin cobertura y siempre es conveniente tener algo que que se pueda usar en cualquier lugar, incluso en el medio de la «nada» 🙂
Gracias anticipadas!
Los Atlas Firestone son lo mejor, aunque un poco pesados creo que valen la pena! Nunca jamás Google Maps (menos por estos lares, que no están actualizados) Eso dejalo mejor para las ciudades, ahí sí ayuda mucho.
Hola, Lau!
Gracias por tu respuesta! Te cuento que estuve tratando de conseguir por kioskos de la zona el Atlas de rutas de Firestone hace unos días, donde también me dijeron que es el mejor. Lamentablemente no lo tenían. Y (más lamentable aún), yendo a la fuente, llamé directamente a la gente de Firestone y me dijeron que lo dejaron de publicar.
En algunos kioskos me ofrecieron esos mapas plegables que termina siendo un mapa grandote de un metro cuadrado o más cuando los deplegás, pero me parece poco práctico para sacar en medio de la ruta más allá de que no se qué nivel de detalle tendrá la cartografía, lo cual no es un punto menor si uno quiere conocer pueblitos no tan turísticos de argentina cuya gente e historia merecen una visita. También pregunté en un negocio donde venden libros de viajes y, en ausencia del Atlas de Firestone, me ofrecieron la Guía de YPF, pero tendría que ver también el tema del detalle cartográfico y cuán práctico es. Si salgo a la aventura dedera tendré que hacerme de un buen mapa, así que estoy buscando opciones al Atlas. Recomendaciones son bien recibidas 🙂
Besos!
Hola Daniel. Qué mala noticia! No hay nada que se compare con la Firestone. El mapa ese desplegable es un corchazo si lo tenés que abrir en la ruta: se te vuela todo y para volver a doblarlo tenés que hacer un curso. Y la guía YPF está pensada para el que viaja en auto: es más orientada a estaciones de servicio que a mapas en sí. Ante la duda, yo intentaría conseguir una Firestone usada. La última que se haya publicado (capaz la gente de Firestone tiene stock). No va a estar 100% actualizada en rutas, pero tampoco va a estar tan errada.
Abrazos y buen viaje!
¡Hola, Lau! ¿Cómo estás? ¡Espero que muy bien!
Tenía que volver a este mensaje de hace un tiempo para contarte que conseguí el Atlas de rutas en su última versión (2016) por Mercado Libre, así estoy muy contento. Esta es la parte donde para festejar podemos «chocar los cinco», así que haré eso acelerando mi mano hacia la pantalla y vos hacé lo mismo hacia la tuya así lo hacemos virtualmente jajajaja (si Juan te ve haciendo eso, te va a mirar con cara de signo de pregunta! :-D)
Te cuento que el fin de semana largo del 25 de mayo estaré teniendo mi primera experiencia dedera. ¿Será un camino de ida? Con un amigo de Uruguay que se está quedando tres años en Argentina, iremos hasta Tornquist para hacer cima en el cerro Tres Picos, así que se me me ocurrió tomar el tren hasta Cañuelas e ir de ahí hasta Tornquist a dedo, y aceptó probar. ¿Cómo lo ves? Estos día, haciendo preparativos, él me preguntó «¿y cómo estaríamos volviendo?», a lo que le respondí «dedo y tren, como a la ida». Y me preguntó «¿pero vos tenés fe de que la gente nos levanta?» jajajajaja. Vamos a tener que salir temprano porque hasta allá son alrededor de 550 km, lo que es una distancia respetable para una primera experiencia dedera.
Recomendaciones serán bienvenidas 😉
Abrazos y espero que estés muy bien!,
PD: Fue lindo conocerte personalmente a vos y a Juan la vez pasada en las charlas de nómadas digitales 🙂
hola, que mapa recomendas para viajar por Sudamérica?
Hola Valeria,
Las guías Firestone eran excelentes pero las dejaron de fabricar. A lo mejor podés conseguir la última que incluía Argentina, un poco de Bolivia y Perú. El resto, es cuestión de ir viendo país por país. Sino, la marca Reise Know-How tiene mapas excelentes, pero son alemanes. Capaz los podés conseguir por Amazon. Buen viaje!