Una calle… Denme a elegir, de entre todas las veredas y adoquines que he pisado, una calle, una sola y no va a importar por qué, ni en qué época del año del año, ni en qué momento de mi vida: yo querré volver a Salk. A mi Salk natal, la esquina de mi casa (aunque la calle Chiclana me haya sonado a “chancleta” toda mi niñez, y me negase rotundamente a tomarla como propia), al túnel de árboles con final en el campo, a las baldosas milenarias sobrevivientes en mitad de la calle (porque los primeros vecinos del barrio fueron tan primeros, que tenían marcado el caminito hasta el portón de su casa, y nosotros lo usábamos para jugar a la rayuela). Denme a elegir un segundo de paz y ausencia y regresaré siempre a esa calle de escasos 100 metros, acaso el cordón umbilical de mi infancia, y las raíces de estas alas que se fueron a volar.
Tuve la fortuna de nacer en una época de carnavales con bombuchas y pilares de la luz como “picas” de interminables escondidas; en un barrio que quedaba “lejos” y por estar “lejos” era inocente, y tenía árboles magistrales y no llegaba el teléfono, pero la música del heladero nos reunía a todos en las veredas. Di mis primeros pasos en un barrio donde pasaba el regador todas las tardes y, aunque no doblara por Salk, el agua del río aplacaba la tierra de las calles de carbonilla.
Puede que sea una melancólica de los tiempos de la poesía, cuando jugar a la secretaría era la excusa para toquetear una máquina de escribir y pasar horas sentada en el patio. A lo mejor me estoy poniendo vieja. La misma desesperación por volar lejos de Salk es la que hoy me lleva a escribirle. Quedan muchas veredas por delante, muchas calles contravía y mucho mundo al que asomarse. Pero denme a elegir una calle, una sola en todo el universo, y yo siempre –siempre- voy a querer volver a Salk.
¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego, una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo en Facebook, y por medio del hashtag #VeoVeo en Twitter y otras redes sociales. ¿Querés jugar? ¡Veo veo! ¿Qué ves?
Y no dejes de chusmear los veo-veo de este mes: Caminomundos, Me fui a la goma, Caminando por el globo, Mi vida en una mochila, Titin round the world, Un mundo pequeño, Hey hey world, Cruzar la puerta, Marcando el Polo, Con los pies en la tierra, La Zapatilla, Tentación Creativa, Facundo en el Mundo, Días Nómade, Rumbeando por ahí, Latinamericando, Viajando con un casio azul, Magia en el Camino
Qué lindo criarse así… Yo quiero eso para mis muy futuros hijos… la simpleza… que cada vez se va perdiendo más en las grandes ciudades…
Y por lo que se ve en la foto, creo que sos igualita a tu mamá! pero ella tenía más rulos jaja
Qué buen post, Laura! Me encantó y me fascinó la foto de las hojas secas! Qué barrio es ése? Qué pueblito? Me quedé con las ganas de conocerlo.
Saludos
Seba
🙂 Gracias! Soy de San Nicolás (que no es tan pueblito jajaja, es más bien una señora ciudad) y el barrio se llama Parque Sarmiento. Cuando yo era chica era una especie de Oasis, porque la mayoría de las casas eran quintas, y como todo quedaba «lejos» estabamos bastante aislados de muchas cosas. Hoy ha cambiado bastante, pero aunque ya está más integrado y más poblado, sigue siendo un lugar único. Me alegra que te haya gustado!
Uh, San Nicolás! Sí, en mi viaje de egresados conocí una chica de la calle Nación, me re quedó grabada la dirección, je. Era en pleno centro. Sí, me encantó tu post. saludos!
Poesía, me encantó!
Me hizo acordar a mi pueblo en Uruguay y me dieron ganas de volver! Y que lejos que estoy!
Más o menos me crié así (aunque mi pueblo sigue siendo un pueblo, pero con Internet ahora)
Me encantó! Nuestra ciudades y no pueblos Nicolás, jajaja!!! Tienen y tenían, aunque insisto co que tienen esos parajes para la inocencia. Aquí en Pergamino como en San Nicolás han de quedar pocos pero las hay…
Me emocioné con la regadora. Hace años que no veo una. Cuando era pibe, en verano me encantaba correrla con mis amigos dejándonos bañar por la lluvia.
Ah, devuélvanos esas ciudades!!!
Un abrazo Lau!!! 🙂
Si jajaja nosotros también corríamos y mi mamá nos retaba porque veníamos hechos un enchastre! Pero qué lindas aquellas épocas! Es más, cuando yo era chica por mi casa pasaba el lechero (me siento de la época colonial jaja)!
No estas sola en ese sentimiento…en mi casa poniamos la olla en el zaguán, el lechero venía en el carro tirado por el caballo y llenaba esa olla con un cucharon gigante que servía para trasegar la leche.
Que lo parió! Y hoy uno va al supermercado y hay trecientos cincuenta tipos de leche y no sabe con cuál quedarse!
Yo quiero conocer San Nicolás! Cuando vaya buscaré la calle Salk para conocerla también.
Cuando vengas me avisas y yo te hago un «calle tour» 😀 que incluya una pasta frola de mi mamá!
¡Me hiciste llorar! Y no es que esté predispuesta al llanto porque me va a venir «el mes», sino porque escribes miauravillosamente amiga querida. Yo también quisiera volver una y mil veces a esa calle de tu infancia, pero a la mía no, de la mía quiero huir en cualquier cosa con ruedas o patas.
Lauritaaaaaaaa!! que lindos recuerdos! Es muy lindo lo que estás haciendo! Es admirable y muy noble! Te mando un beso grande!
Lina!!! Qué felicidad verte por acá! 😀 me faltó contar cuando cortábamos la esquina de Salk y Chiclana para vender artesanías, o cuando dábamos la vuelta por el terreno del pino jugando a la escondida! Qué hermosa infancia! Te mando un abrazo muy grande!
Hermosa infancia! soy seguidora de tu blog!te felicito!
También escribí de mi calle, que como dices es el lugar que siempre queremos volver, que como digo nos han convertido en lo que somos!!!
Es poesía…
Es admirable la forma como disfrutas del mundo y lo valoras a cada paso que das. Como decías en uno de tus post es mejor valorar una chica que prefiera gasta en viajes que en ropa y zapatos 😉