Van tres semanas seguidas en donde casi todos los mails que recibo terminan con esas palabras. “Gracias por darme un último empujón” “Necesito que alguien me dé un último empujón para salir de viaje”. Es como una oleada de viajeros congelados, como una epidemia de inercia que recurre a mi casilla en busca de movimiento. No puedo evitar pensar en un salto al vacío; a nadie tienen que empujarlo para que siga caminando o para que se largue a correr.
Hay mails que fluyen como ríos, largos e irrefrenables. Otros serpentean, dan giros, buscan aire. Yo respondo sin pensar en los bíceps de mis palabras, en el lanzamiento que quizá propicie (o no) ni bien presione el botón de enviar. Muchas veces veo mi respuesta estampada en la pantalla y me siento satisfecha. “Ahí está mi señor empujón. A ver cuántos kilómetros alcanzo esta vuelta”. Porque claro, la mochila que se lanza al mundo no va a colgar de mi espalda, pero no puedo evitar sentir que una parte de mí también se va en cada viaje. Otras veces, en cambio, me quedo frente al monitor con la sensación de que acabo de quedarme con una maraña de nudos y redes ajenas, que no logré desatar. Porque no siempre un viaje es la respuesta a todo.
Hay algo inevitablemente fugaz en cada respuesta. Uno lanza empujones al espacio esperando que aterricen en la ruta, que el descenso no sea forzado, que no se estrelle. Pero muchas veces todo queda allí, en un botón rojo presionado que pronto se convierte en olvido. Sin embargo hay veces —muy pocas, pero muy ciertas— en que el envión se vuelve boomerang y regresa hacia mi casilla. En esos correos satisfechos me entero del destino de mis empujones, y la sensación de bonus track es tan grande, tan halagadora que a veces paraliza. “Hola, te cuento que al final me animé y vendí todo. Me voy de viaje a fin de mes, a vivir de mi música y ver que sale. Nada de esto hubiera sido posible sin tus palabras. Muchas gracias!” Y aunque me pone muy feliz, no puedo evitar pensar en el muñeco vudú que me habrá hecho la madre, en el diploma colgado en la pared, en la rebelión interna que sin querer queriendo ayudé a propiciar. ¿Qué estoy haciendo, invitando a todo el mundo a saltar sobre los escritorios infelices y enlazar con sus corbatas los cuernos de la vida? ¿Y si me equivoco? ¿Si un día recibo un correo acusándome por haber perdido un buen empleo, porque el viaje no resultó como esperaban, porque nada de eso hubiese sucedido si no fuese por mis palabras? Entonces me doy un empujón a mí misma, sabiendo que vale la pena correr el riesgo.
Algunas veces, hay correos intrincados que me cuesta responder. Los leo y me pregunto: ¿qué esperará que yo le diga? ¿No tendrá nadie más que pueda darle un aliento, alguien que conozca su situación con mayor profundidad que yo? Entonces recuerdo cómo se siente estar completamente fuera de toda norma, no encajar con la corriente, con la expectativa, con los demás. Y tener miedo. Porque cuando uno necesita un empujón, generalmente es porque no se anima a saltar. Entonces me acuerdo de todas esas cosas que a mí nadie me dijo, en lo bien que me hubiese venido que alguien me dijera que no estaba sola ni loca ni equivocada, y trato de volcar esa contención en un mail.
Entonces, si sos de los que necesita un empujón, acordate que eso que dicen, que la vida es una sola, es cierto. Si te da miedo no saber qué es lo que va a venir después, pensá que justamente por eso estás queriendo cambiar de vida, para no vivir exacta y predeciblemente igual que todos los demás. No quieras tener todas las respuestas de antemano porque es inútil. El viaje, como todo en la vida, está lleno de sorpresas y no vale la pena hacerse problema por cosas que todavía no sucedieron. ¿Te querés ir? Andate. Animate. Probá. Si las cosas no funcionan, si extrañás, si te arrepentís, podés volver. Siempre se puede volver a empezar, y es más fácil cuando es uno el que decide hacerlo. ¿Te da miedo? ¿Y cuál es el problema? El miedo, la pena, el llanto, la incertidumbre, la felicidad, son parte de la vida. Está bueno de vez en cuando experimentar un poco en carne propia, ¿no? Acordate que las mejores cosas para recordar son aquellas que, al momento de vivirlas, tal vez no fueron las más sencillas.
Tomar las riendas de nuestro propio destino…
Construir nuestro propio camino…
Y hacerlo ahora.
Y si estás del otro lado, si por casualidad llegaste a este post intentando entender cómo piensa ese amigo/hijo/compañero/vecino loco, que todo el tiempo amenaza con rajarse y dejar todo, no te asustes. No se va a volver un hippie drogón ni va a “desperdiciar los mejores años de vida”. En todo caso, está tratando de encajar, de ser feliz. ¿Y qué es más importante en que eso? Puede que no lo entiendas, puede que no lo compartas, puede que no estés de acuerdo. Pero es su vida. Lo mejor que podés hacer es darle libertad, y bancarlo. Porque si las cosas salen como espera, si en esa liberación encuentra su camino y todo cobra sentido, te vas a sentir bien de pensar: “Yo estuve ahí, yo fui parte de todo”. Creéme, eso se siente mucho mejor que un recriminatorio “Yo te lo dije”.
A viajar, a vivir, a ser feliz.
creo que justamente «los mejores años de vida» son para invertirlos en «locuras»? como viajar y perderse por el mundo… si no lo haces en tu mejor momento entonces cuando?
asi que sí, hay que empujar a la mayor cantidad de personas posibles…!
Traigo una sonrisota de ver que la primera captura de pantalla es mi pedido de empujón. Gracias Laura, tus palabras fueron lo que necesitaba para decidirme «a viajar, a vivir, a ser feliz»
Sos una genia Lau. Un día te voy a mandar un mail como los primeros («ayuda!») o como los segundos (como devolución de tantos posts esclarecedores que fueron como pequeños empujoncitos a través del tiempo). Y un «gracias» desde ahora por las palabras que me dijiste en la presentación del libro de Aniko. Tal vez no fueron demasiadas, pero fueron las justas, fueron espontáneas, y sobre todo con una mirada tan sincera y comprensiva que fueron mejor que todas las que me dijeron hasta ahora.
Espero verlos y leerlos pronto! Abrazo cybernetico ffffffffiuuuuuuuuuu
Laura…nadie te va a reclamar por el empujoncito, hay gente que necesita que le digan que no está tan loco para ir detrás de sus sueños…yo creo que todo lo contrario, te lo van a agradecer…y si no les fue tan bien como esperaban, al menos lo intentaron….es triste que se nos pase la vida pensando en lo que hubiera sido si nos hubiésemos animado…como decís, la vida es una sola….y no hay replay para que podamos regresar a vivir lo que no hicimos en su momento…
Estaré esperando ansiosa este primer libro de ambos,
y digo primero porque sé que vendrán muchos más…
Abrazos…
«Acordate que las mejores cosas para recordar son aquellas que, al momento de vivirlas, tal vez no fueron las más sencillas.» Me guardo estas palabras. Encierran mucho de lo que siento y de lo que vivo,de lo que he vivido…
No sé que carajo, perdón la expresión pero así me sale, va a ser de mi vida pero estoy seguro que hace años, desde que los leo, más aun cuando los conocí y luego cuando volví a las rutas, la cosa no volvió a ser igual.
En estos días estoy como parado en la tabla del trampolín, no tengo miedo, estoy mirando la inmensidad del agua ahí abajo.
Hace unos días confirmé que tendría unos seis meses para tomarme el laburo y aunque perdería muchas horas al volver «algo» me quedaría. Pero es muy loco, ahora tengo que decidir, ser paciente porque no es para ya pero tengo esa sensación de que quiero más, pero también que podría estar boicoteándome…
No sé que voy a hacer. Viajar seguro, ahora tengo que resolver cuánto o cómo y a diferencia de Daniel, no creo que sea una locura, ni que haya mejores años.
No sé, me fui en palabras, me doy cuenta que estoy algo catártico, jajaja!
Como sea Lau, bienvenidas las agujas de vudú, al fin y al cabo, esa «magia negra» se contrarresta con la sonrisa de cuanto loc@ te leyó, te escuchó y se animó a probar, a ser feliz!!! 🙂
Un abrazo enorme amiga!!!
🙂 Gracias Juanma! Aunque no me queda claro si es un abrazo enorme, o la enorme soy yo! 🙂 Prefiero pensar que sí, que soy una gran amiga!! 🙂 🙂 🙂 Y qué importa la edad, si para ser libre nunca es tarde!
Enorme el abrazo y enorme vos aunque quienes te conocemos personalmente podríamos discutir acerca de la enormidad o no de tu cuerpo y más si te vemos parada al lado del Larguirucho de Juan, jajaja!
Espero verlos, verte pronto. Hace unos días estuve en tu ciudad, en el ITEC, pero como iba con estudiantes difícil para organizar un encuentro aunque mis chicos lo deseaban pero, las lecciones paseo nos obligan a ceñirnos a un itinerario pero ellos los esperan por acá.
Te mando otro abrazo enorme para abrazar lo inmensa que sos!!! 🙂
No sabés Lau todo lo que significan para mi tus palabras en este momento… gracias… ;_)
Geniales recomendaciones a las que te damos toda la razón, nosotros dimos la vuelta al mundo hace dos años durante siete meses y esa ha sido la mejor experiencia de nuestra vida! Es cierto que parece que todo son trabas a la hora de tomar la decisión, pero una vez hecho, que felicidad! 🙂
Saludos!
Siempre fui de leer mucho, siempre fui de viajar con la lectura. Y recuerdo mucho una conversación entre Don Juan y Castañeda en el libro «una realidad aparte». Ese fue «último empujón». Si se me permite copio y pego:
«La sola idea de despegarme de todo lo que conozco me da escalofríos -dije.
‑¡Has de estar bromeando! Lo que debería darte escalofríos es no tener nada que esperar más que una vida de hacer lo que siempre has hecho. Piensa en el hombre que planta maíz año tras año hasta que está demasiado viejo y cansado para levantarse y se queda echado como un perro viejo. Sus pensamientos y sentimientos, lo mejor que tiene, vagan sin ton ni son y se fijan en lo único que ha hecho: plantar maíz. Para mí, ése es el desperdicio más aterrador que existe.
“Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arrojados a mundos nuevos, inconcebibles.”
‑¿Hay de veras algún mundo nuevo para nosotros? ‑pregunté, medio en broma.»
Abrazo grande!
Me encantó!!! Nunca lo había leído, qué lindo texto!
Lau! hace mucho no pasaba por acá, aproveché y estuve leyendo las entradas anteriores sobre Albania también. Buenísimas. Es raro, se me vino a la cabeza esa idea de que el que se va crece y cambia y no puede volver siendo el mismo. Sin embargo, cuando te leo, siento que no te traicionás nunca. Que la esencia sí es la misma y eso me encanta verlo. Bueno, con tus entradas lo veo y no sé, quería decírtelo jajjaj me quedo con esto: «no estaba sola ni loca ni equivocada» para saber que no te arrepentís de lo que hiciste y de que esa es la conclusión a la que tiene que llegar quien quiera intentar/vivir/probar lo que quiera. Te mando un abrazo enorme, a vos y a juan! y ojala podamos volver a cruzarnos en algún momento, en cualquier lugar 🙂
Qué lindo comentario, Flor! Gracias por escribirme algo tan lindo, me alegraste el día! 🙂 Ojalá que nos crucemos pronto!