Día 3.
Nunca una cuenta regresiva me fue tan ajena. El calendario va quedando chiquito, pero no hay estrellitas ni corazones ni saltimbanquis alrededor el 07. Es como si el almanaque fuera de otro, como si la vida fuera de otro, como si ese otro fuese cualquier otro menos yo. «Te tenés que calmar, tenés que disfrutar». Y me lo dice con voz de mamá dulce que es siempre la voz de mi mamá, mientas yo despliego un pergamino con la lengua y las listas de cosas se rebalsan en los asientos del auto, se enredan con el freno de mano hasta que ya no puedo más. Entonces enrollo inventario, miro el sol de otoño en las hojas amarillas de los árboles de Ramallo, y dejo de pensar.
En el living de la casa de mi mamá que siempre llamaré mi casa aunque haga rato que no es mía están mis sillas que sí son mías porque las compré yo (y la de vueltas que di porque quería que mis primeras sillas mías fueran Thonet, o con respaldar antiguo o con algo que las mirara y me hiciera decir pero qué hermosas sillas que tengo). En la pared descansa el colchón de dos plazas heredado y allá, al fondo en el garaje, las cajas de ollas y platos y almuerzos y cenas. Entro en aceleración. No soporto más ver mi casa desfragmentada. O me voy de una vez o empiezo a rearmar todo. Me afecta y mi mamá lo sabe y lo entiende por prolongación, y se pone en marcha y en un instante ya está todo en el sótano, mientras yo miro disuelta la foto del corazón en la puerta del balcón que ya no está. Me retwiteo los pensamientos. Piloto automático. No me mires no me toques. Gato enjaulado.
En el garaje de la casa de mi papá que nunca fue ni será mi casa hay una torre de cajas de libros por vender, una valija vacía con las rueditas rotas, una caja también vacía con forma de corazón y otra a cuadrillé con mi colección de postales y mis libretas de otros viajes. Cada vez que la puerta queda entreabierta hay que batirse a duelo con la vejiga del perro juntado de la calle que aprendió rápido a hacer adentro todo lo que antes hacía afuera, incluso a mear, cada vez con más autoridad, cada vez con más pasión. Mi papá me jura sobre la Biblia y los 12 apóstoles que el perro nunca meó los libros pero que por las dudas los tiene arriba de unas tarimas, y mientras mi parte verbal describe con violenta minucia científica cómo educaría al perro más malcriado del mundo, mi parte mental se resigna a que las mudanzas son cosas de NUNCA MÁS.
En el cambiador del departamento de mi abuela que siempre fue una abuela de casa de abuela hasta que mi abuelo viajó al más allá hay de todo menos cosas mías. Los muñequitos de los chocolates Jack que se habrá comido mi papá alguna vez, la máquina de escribir petrificada y sin letra Z, el cubrecama de verano, los collares de fantasía, y tres planchas. Tres, todas en sus cajas. A Juan no se le pudo haber ocurrido lugar mejor para guardar su colección de sellos postales y cartas ajenas, y mientras mi abuela le acercaba diarios para ahuyentar a las polillas imaginarias y asentía con la cabeza lo buen novio que es este muchacho que cuida tanto sus cosas de valor, yo cantaba “sweet home estampillas” y pensaba que ahora mis cosas que ya no entraban ahí no iban a estar tan solas porque las cosas de Juan que siempre estuvieron solas iban a estar ahí.
Sólo queda descifrar donde quepo yo en esta autopsia de casa desparramada, lo que queda de mí que no viaja, las raíces que esperan a mi otro yo volver.
«Sweet movement»: 16 días para salir de viaje. 16 días para precalentar las alas, tomar carrera y despegar. Un desafío de letras, ríos de pensamientos y cosquillas en los pies. Un diario de viajes interiores antes del gran viaje.
Podés leer también el Día 2: «Sweet movement: instancias de movimiento»
O seguir por el Día 4: «Sweet movement: matar los hay que, largar las alas»
hola SWEET dulce LAURITA un POEMITA para ti linda!!
Enserrado en mi vida.
Yo soy un cuarto que nunca se bueno,
pero mi corazon anda por otros mundos,
mi mente piensa en esos viajes que nunca hago y los que de repente nunca hare.
Si fuera una ave que hiria de aqui solo y libre por otras tierras.
Si lloro es porque pienso en tierras lejanas de la mia,
si canto es para cubrir mis llantos.
La musica que escucho hace que mi mente llegue lejos
y si no fueran por estos ojos nunca veria el encanto que me pierdo por estar enserrado en mi cuarto,
en esta vida tan simple y con estas obligaciones que nunca se acaban. Me gustaria agarrar un auto y viajar sin parar,
volar lejos y vivir lo que sueño.
SALUDOS DESDE LA CIUDAD BLANCA AREQUIPA
Gracias Misti por compartir tu poesía conmigo…me encantó.
Lau a veces hay que desprenderse de todo para partir!!! Sabes que nunca me acuerdo de las cosas que dejé en Chile, ya ni siquiera las siento mías porque finalmente cada etapa la llevamos con nosotros. Antes de salir traté de hacer circular mis libros porque pensé en que nacieron para ser leídos y que triste es que terminen guardados en algún lugar donde quizás nadie los vuelva a leer!!!
🙂 qué diferencia! Al momento de embalar, lo que más cuidado estuvo fueron mis estantes de libros. Si algo pasara, si perdiera las cosas de mi casa, no me importaría la heladera, el televisor o la cama, pero que nada le pase a mis libros!!! De algún modo los siento cómo parte de mi identidad, no puedo deshacerme de ellos…
Me encanta tu cuenta atr’as. Laura. Al leerte intento recordar en qu’e pa’is y que casa de padres o amigos dej’e almacenada cada libreta, cada caja y cada taza de una colecci’on tan fragmentada como tu apartamento. Cuando nos hace falta un telefono escrito a mano tenemos que mandar tres emails para que nos lo busquen. Pero quizas solo los que sufren a medias y miran con carinho pero sin apego a estas habitaciones deshabitadas y estas casas revueltas y desparramadas por la ciudad (o por el mundo) son capaces de colgarse la casa a cuestas una vez y otra y dormir por los suelos de habitaciones prestadas – de tantas habitaciones como cuentas en tus viajes. Feliz cuenta atr’as y feliz comienzo!
(perdona las tildes, este ordenador Iran’i no entiende espanhol hoy)
Qué hermoso modo de vivir tu deconstrucción… yo empezaré pronto a reconstruirme (si eso es posible o deseado…), mis cosas quedaron desperdigadas por todo el país, como lo que fue, consecuencia de una explosión! No sé si las encontraré porque tampoco recuerdo muy bien ni qué ni donde.
Eso sí, los libros están bien a salvo… y se vienen varios nuevos 😉
Abrazo!