Día 5.
Mis deseos tuvieron siempre forma de plegarias escritas en papeles pegados en la pared. O en la puerta. O en la heladera. Quise aviones, pedí aviones. Quise todo el poder de las estrellas, lo pedí. Confié siempre a ciencia ciega en que las palabras dibujadas con letras escritas con los dedos dirigidos con el corazón tendrían el gobierno ilimitado del universo, que todo se iba a cumplir, que sólo había que desear y esperar.
Y esperé.
Y se cumplió.
Hay que tener cuidado con lo que uno desea.
Hace días meses años deseo lo innombrable, lo que no tiene forma, lo que ni siquiera sé escribir, porque no sé ni qué es. Pero lo deseo. Y cuando se va cumpliendo lo celebro con jardines de tulipanes en los ojos, porque la felicidad de la magia divina del universo se celebra así. Quise un libro mío que me enamorara, que fuera perfecto para mí y nadie más, que volara. No sabía ni la forma, ni la tapa, ni el color. Pero lo pedí. Y lo tuve. Y la plegaria en la heladera fue “todo el poder de las estrellas para Caminos Invisibles” y ahí está, en trenes, carteras, estantes y hasta en sitios donde ni siquiera yo estuve jamás. Y besé el suelo y dije gracias. Y lloré las paredes y dije gracias. Y planté un corazón en la llave de la puerta y dije nos vemos, porque mi corazón sigue acá, perche qui mi si ferma il cuore.
Ahora delalmapedí viajes. Un viaje. El viaje. Hice mapas, muchos mapas. Trazamos líneas rotundas que se reinventaban cada día, hasta que uno de esos mismos días el dibujo se quedó quieto y dijimos los dos: es esto, acá nos vamos, no busquemos más. Y empezamos con todas esas cosas que son del viaje y que despegan las pestañas de las sillas por horas. Visas, rutas, paisajes, secretos. Lo armamos. Lo amamos. Quisimos anunciarlo porque ya era hora, pero las reglas están para romperse y siempre se rompen, y siempre siempre siempre que decimos vamos hasta allá, el imán de la brújula se enloquece y los planes cambian, y la ciclotimia geográfica queda al descubierto, y mejor no digamos nada hasta no saber bien si sí.
Callamos todo. El plan, las dudas, los miedos. Que si no se nombra no existe, como los deseos, como los miedos también. Pero en el fondo, en el centro, la plegaria sin forma tomó fuerzas duras. Yo quería otro viaje además del viaje. Quería un viaje de a dos, un viaje con Juan, un viaje sin rutina ni responsabilidades ni intensidad de viaje. Quería descansar de libro y mudanza y miedos y compu y familia y ciudad zombi y Laura, afuera, con Juan. Y abracadabra.
Del cielo, del mail, un regalo. Vino un correo último momento, tienen que decir ya que sí. ¿Quieren venir los dos a Puerto Rico a vivir y escribir sobre una escapada romántica durante 4 días? Y todo el poder de las estrellas para los aviones de Lau, para el corazón de Lau, para los deseos genuinos de Lau. Sí, quiero, quiero con toda el alma. Nos vamos al mar. A amar en Puerto Rico.
«Sweet movement»: 16 días para salir de viaje. 16 días para precalentar las alas, tomar carrera y despegar. Un desafío de letras, ríos de pensamientos y cosquillas en los pies. Un diario de viajes interiores antes del gran viaje.
Podés leer también el Día 4: «Sweet movement: matar los hay que, largar las alas»
O seguir por el Día 6: «Sweet movement: ojos amarillos, corazones en dos»
Lau, qué lindo que compartas esta parte de lo que te pasa, de la previa a un gran viaje, de la mudanza, de vos y de él. Te leo hace rato, me vengo reservando pedirles el libro y el de Juan, pero los voy a leer pronto, ya será el momento.
A seguir fluyendo y seguir viajando! Qué lindo soñar y pedir cosas puntuales pero no determinadas, hace que todo sea más sorpresivo aun. Gracias.
Más buenas rutas!
Se lo merecen…disfrútenlo intensamente.Estoy emocionada y feliz por uds.
Me encantan estos posts previos! Que genial lo del viaje sorpresa. Con respecto a no contar la ruta, es lindo también ver como van cambiando los planes en el camino, como el viaje los va llevando. Muchos éxitos en estos días y en el viaje!