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Surtido Surinam

Llevamos una semana en Surinam. Por primera vez desde que salimos de viaje, hace ya unos quince meses, siento que no entiendo nada de nada. Me siento frente al papel con el lápiz en mano, dispuesta a comenzar mis crónicas, y sencillamente no sé por dónde empezar. La historia de este país es tan, pero tan compleja, tan desconocidí, que apenas he logrado ir más allá de los hechos básicos. Fue colonia holandesa, estuvo poblada por esclavos africanos que trabajaban la caña de azúcar y una vez, en una socarrona jugada del destino, los ingleses cambiaron su parte de Surinam por una pequeña isla en el norte, antes New Amsterdam, hoy Nueva York… No puedo evitarlo, me siento ignorante. La realidad actual del país es igual de compleja, y es entendible: con oleadas migratorias que llegaron desde puntos cardinales tan dispares como Java, África, China y la misma Holanda, el paradigma cultural nacional es un verdadero crisol de costumbres, religiones, comidas y tradiciones conviviendo bajo la misma bandera.

Sin encontrar una solución aparente a mi dilema de “¿por dónde empiezo?”, se me ocurrió crear este post titulado “Surtido Surinam”, y comenzar simplemente a describir (de manera inocente, tal vez?) esos cuadros que iban capturando mis ojos (bueno, no sé quién capturaba a quién, para ser sincera). Como quien mete la mano en una enorme bolsa de galletitas de los más variados sabores y formas, les dejo aquí un conjunto de mini relatos, mis primeras impresiones y descubrimientos, tas largas caminatas por la ciudad capital.

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No soy de aquí ni soy de allá

El sentido de pertenencia es algo que debería estudiarse con profundidad en estos tres países sudamericanos. Ya lo habíamos visto en Guyana, donde algunos miraban a India con nostalgia, mientras otros se identificaban netamente con el Carible. En Surinam, la cuestión también puede ser algo confusa, dependiendo a quién se le pregunte. Algunos admiran a Mandela, otros levantan la bandera de Ghandi y otros tantos miran al mar como quien le da la espalda al “pequeño” resto de masa continental que dejan a sus espaldas. A nosotros, la confusión geográfica nos terminó beneficiando:  El oficial de migraciones que nos “dio la bienvenida” analizó nuestros pasaportes con detenimiento, incluso de arriba hacia abajo. Otra vez esperamos tener que aclarar la confusión (por aquí nadie parece haber escuchado hablar de nuestro país), pero el hombre desapareció en una oficina y regresó con una gratitud inexplicable: “Argentina, ustedes son miembros del CARICOM…les corresponden 6 meses!”, y estampó el sello rojo con orgullo. No hizo falta que nos codeáramos: ninguno de nosotros pretendía aclararle que nuestras pampas están lejos de las palmeras, y que no hay manera de que nuestro país forme parte de la Comunidad del Caribe. Pero a 6 meses regalados no se le miran los dientes…

visa surinam

Blanco, blanco; blanco Ala

Lo que hoy en día es el centro histórico de Paramaribo, comenzó como una villa neerlandesa que dio origen a la ciudad. Mientras camino por sus calles angostas, entre construcciones de madera de un blanco impecable, tengo la leve sensación de estar en un set de filmación. Aunque el trazado de las calles sigue siendo el mismo, dicen por ahí, medio en voz baja, que la pulcritud se debe, precisamente que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2002, pues el aspecto anterior no era tan de ensueño. (No me cuesta creerlo).

centro historico paramaribo

El arte de la publicidad

Nada de afiches, engrudos ni pegatinas madrugadoras. La publicidad en Surinam se hace “a punta de pincel”. Y eso tiene sus ventajas: ni la lluvia, ni el viento, ni el sol pueden presentar batalla que esté a la altura de estos carteles comerciales, cuya técnica es tan precisa que puede confundir al ojo distraído…

publicidad surinam

El chino, ¿de la esquina?

A esta altura de las circunstancias, todos estamos acostumbrados a recurrir al infaltable supermercado oriental de cada barrio, ese que siempre está abierto y que no se caracteriza, precisamente, por la simpatía. Pero salva las papas, seamos sinceros. Lo cursioso de Paramaribo es que, a diferencia de mi Buenos Aires querido, los chinos no regentean solamente supermercados. Muy por el contrario: son dueños de todo. ¿Vas al kiosco? Son chinos. ¿Tienda de ropa, zapatos? Chinos. ¿Casas de instrumentos musicales? Chinos. ¿Souvenirs de Surinam? Sí, también son chinos. Intenté, en vano, preguntarle a la vendedora sobre el origen de unas artesanías que parecían ser típicas del país. Lo más probable es que vengan de China.

 Todos los gringos son iguales

 En Surinam hay turismo, eso no se puede negar. Lo curioso es que la influencia de la ex madre patria es tan grande, que casi no se ven carteles en inglés: todo está preparado para los holandeses. Y prestando un poco te atención entiendo que tiene sentido, pues al parecer, los únicos interesados en visitar este país son ellos. No se ven mochileros, mucho menos latinos.

Made in El Mundo

Desde que salí de viaje tengo la costumbre inexplicable de fijarme en el origen de las cosas, cada vez que compro algo. Galletitas, condimentos, remedios, cualquier cosa que tenga que comprar. No puedo evitar fijarme de dónde vienen. No es que tenga desconfianza, sino que me gusta pensar que así como yo llegué a ese sitio viajando, las cosas que llegan a mis manos también viajaron, y me da curiosidad saber con qué países se relaciona el país en el que me encuentro. En Guyana, por ejemplo, descubrí que muchas cosas llegaban de Jamaica, de la India o de Trinidad y Tobago. (Nunca en Argentina comeremos galletitas trinitarias). El tema es que en Surinam quedé completamente desconcertada. Es como si hubiera alguien en el puerto gritándole a cada barco que pasa: “che, ¿qué te sobra por ahí?, y el del barco le revoleara un cargamento de lo primero que le viene a mano. Lo primero que compré fueron curitas, e imagínense mi sorpresa al descubrir que venían, ni más ni menos que de Ucrania. Las galletitas eran de Granada, el yogurth de Indonesia. Ahí empezamos a mirar con más atención. Encontramos cosas de todo el mundo. Hasta los infaltables caramelos argentinos.

curitas

Paseando pajaritos

Llevo ya una semana caminando por Paramaribo, y no he visto una sola persona en compañía de su perro. Los únicos caninos reclamando las veredas son de ese género universal que conforman los callejeros, esos cuyas caras e historias son similares en todo el mundo. Aquí no hay correas, ni bozales, ni razas. La costumbre local es muy distinta, y tiene origen en una tradición probablemente importada por los inmigrantes asiáticos. Cada domingo por la mañana, en la Plaza de la Independencia, decenas de hombres se acercan con una pequeña jaula en la mano. Los birdmen (“hombres de pájaros”), van enfrentando a sus mascotas en turnos de a dos, y se desata la competencia: el pájaro que cante más alto será el vencedor. Aunque esta práctica sólo se ve los domingos, es muy normal observar a los dueños sacando a sus aves a pasear en cualquier momento del día: a bordo de motos, bicicletas, o a pie, cientos de jaulas con pequeñas aves desfilan por Surinam, mientras su dueño hace las compras, va al trabajo, o simplemente pasea. Puede sonar curioso, pero este hobbie es tomado muy en serio en el país. Hay una Asosiación de Pájaros Cantores de Surinam, encargada de entregar los premios y de regular la actividad. Y es cosa de machos: las mujeres están prohibidas.

competencia de canarios

Por último, antes de terminar el post, les cuento: los argentinos no necesitamos visa para entrar en Surinam. La mayoría de los países Latinoamericanos sí, pero conviene asegurarse en el consulado. Hay uno en Venezuela y otro en Guyana. Al igual que en mi post anterior, vuelvo a recomendar estos destinos. Están muy dejados de lado en todos los viajes por el continente, y resultan ser los más curiosos por ser los más distintos.

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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