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Exploración #2: Recuerdos de un viaje a Iri-rí

Querida Ani,

Te escribo esta carta en medio de una conmoción, entre los nervios y la risa. Pasaron tantos años desde ese verano en Iri-rí que ya casi ni recuerdo las mentiras y las excusas que nos inventamos para tapar la historia que, casi por accidente, se convirtió en el mejor viaje de mi vida.

La consigna de este post/juego:

1. Ani eligió cuarenta fotos de su archivo, todas sacadas por ella en distintos lugares del mundo —en viajes en los que yo no participé—.

2. Yo elegí cuarenta fotos de mi archivo, todas sacadas por mí en distintos lugares del mundo —en viajes en los que Ani no participó—.

3. Ani me mandó sus fotos y yo le mandé las mías. Ninguna de las dos especificó dónde habían sido sacadas, ni cuándo ni en qué contexto.

4. Con las fotos de la otra y sin más información que las imágenes en sí, escribimos los recuerdos de un viaje juntas que nunca hicimos. Las fotos de mi post son las que, en teoría, saqué yo durante nuestro viaje a Iri-rí. Mis fotos —en el post de Ani— son las que sacó ella, en teoría, durante nuestro viaje a Mocronte.

5. Lo que sigue es mi relato de un viaje que nunca hicimos a un lugar que no existe. 

 «Viaje a Iri-rí»

Texto: Laura Lazzarino / Fotos: Aniko Villalba

San Nicolás, 22 de enero de 2048

Querida Ani,

Te escribo esta carta en medio de una conmoción, entre los nervios y la risa. Pasaron tantos años desde ese verano en Iri-rí que ya casi ni recuerdo las mentiras y las excusas que nos inventamos para tapar la historia que, casi por accidente, se convirtió en el mejor viaje de mi vida. Ayer, mientras hacíamos limpieza de papeles en casa, desde el fondo de un estante se cayó una caja, y las fotos esas que nunca le mostré a nadie, y sobre las que jamás escribí, terminaron sobre los pies de Juan. Me quería morir.

Lo primero que se me vino a la mente fue el día en que decidimos hacer un viaje para intentar encontrar ese pueblo secreto en algún lugar de Asia, del que nos había hablado el guatemalteco que conocimos en Islandia, ¿te acordás? A mí me fascinaba la idea de viajar a un lugar escondido, y vos te morías de ganas de conocer esa comunidad donde la gente va al trabajo en trencitos de la alegría y los gatos son considerados patrimonio de la humanidad. Claro que ninguna de las dos tenía idea por dónde empezar a buscar Iri-rí, y claro que existía la posibilidad de que el guatemalteco fuera uno de los famosos duendes que en Islandia cortan la ruta, pero en fin, teníamos tanto entusiasmo que nos tomamos el primer avión al último lugar de China y empezamos a preguntar. Yo le había dicho a Juan que queríamos ir ahí porque era un lugar que tenía “muchas letras i”, y digamos que después de habernos puesto a abrazar gente por la calle, ya nada lo asombraba.

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Cuando nos subimos a la balsa de los banderines, sentí que aunque no llegáramos a donde queríamos, esta travesía iba a ser fantástica, como todo viaje que uno emprende en busca de lo imposible. (¡Aniko deberíamos volver a salir juntas de mochileras! ¡Dejate de joder con ese segway de mierda que parecés salida de los Supersónicos! ¡Y ya nadie se acuerda quiénes eran los Supersónicos!). Hoy miraba la foto del barquito, y me acordaba que nunca había tenido tantas ganas de vomitar y tanta felicidad a la vez. ¿Qué chances teníamos que encontrar Iri-rí en dos semanas? ¡Ninguna! ¡Y lo mismo lo conseguimos! ¿Cómo podía ser que con sólo decir “Ili-lí” los chinos nos señalaran a dónde ir y, sin embargo, no encontramos a ningún otro viajero? A mí me parecía que estábamos cruzando a otra dimensión. Se me ocurre que a lo mejor nadie tenía ganas de bancarse el viaje eterno, el zarandeo, esa costa que siempre parecía estar un poquito más allá. ¡Quién se iba a imaginar que detrás de esa filita de palmeras inocentes (sabés bien que no banco las palmeras), íbamos a encontrar una mini ciudad con parques de diversiones, artistas de circo y hasta un cristiano que se encargaba de recopilar todos los deseos de las monedas de la fuente!

De los primeros días, honestamente, me acuerdo poco. Sí recuerdo que a falta de hostel terminamos durmiendo en una suerte de…¿qué era? ¿Un cuartel? No me puedo acordar con certeza, porque todo lo que conservo de ese momento es tu simil cara de culo. Mirate. Así te ves cuando hacés algo porque yo te insisto. ¡Decime si no me estás matando con los ojos!

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No sé cómo hice para dormir en toda la noche, con los nervios y la emoción que tenía, pero sí recuerdo que las dos queríamos sumarle aventura a la aventura, y por eso nos pareció increíble la invitación a subirnos al camión de bomberos, a dar vuelta por todo el pueblo. Las dos trepadas al techo saludando a los iri-rienses, como si fuéramos reinas de la primavera, fue la mejor parte de todas, hasta que se incendió el pibe de las acrobacias… Yo no creo que haya sido culpa nuestra por distraerlo. Suerte que nos bajamos a tiempo y de eso no quedó registros.

Me acuerdo también de la mañana siguiente, de la gente pintando sus casitas como si fueran arcoíris, de los iri-rienses saludando desde arriba del tren. Esa gente estaba demasiado feliz, Ani. Nos tendríamos que haber dado cuenta que había algo raro, que ese estado de excitación no es normal…

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Casitas de colores
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Gente DEMASIADO feliz, yendo a trabajar en transporte público de Iri-rí

Pero bueno, supongo que comiendo esa sopa de lampalagua asiática, lo último que te queda es la esperanza. Aunque no sé…Yo siempre sospeché que ese cochambre era sólo para que comiéramos nosotras. Me daba la impresión que nos ponían en el pote lo más desagradable que encontraban para ver qué cara poníamos, porque acordate que el guatemalteco también había dicho que los iri-rienses eran muy recelosos de quién los visitaba, y que había que merecerse llegar hasta allá. (Yo me imagino que el pobre tipo, después de congelarse el culo pescando anchoa a 20 km del ártico ya había hecho mucho mérito y por eso le contaron el secreto, porque la verdad es que no llegamos a preguntarle cómo sabía él de este lugar). ¡Además nos hacían comer con palitos, pero ellos comían con tenedor! ¡Vos no me creés pero yo los vi! Y estoy segura de que hablaban más inglés del que decían. Como los chinos de los supermercados, nada más que en vez de un caramelo por las monedas que faltan, estos nos chantaban esos caracoles enguisados cada vez que podían, y sin mediar palabra.

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Lo que no puedo acordarme (pasan los años y sigo sin encontrarle explicación) es cómo pasamos de ir a que nos tiren las cartas, a reventarnos la vida en las cartas. O sea, lo de que nos leyeran el futuro fue idea mía, ya lo sé. (¡Y al final la vieja tenía razón, cuando dijo que Jesús era la única salida!) ¿Pero por qué terminamos apostando todo al Black Jack, Aniko? ¿Cómo desbarrancamos tanto? ¡En mi vida gané al chinchón y a vos las cartas te aburren! ¡No le encuentro sentido! (Suerte que después recuperamos algo en el traga monedas, sino, ¡hasta ahora estábamos viviendo en Iri-rí!).

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Jesús es la salvación, decían…
La maquinita que nos salvó del quiebre
La maquinita que nos salvó del quiebre

Yo creo que el sol tropical y el engrudo ese que comíamos nos estaba pegando fuerte. Y no descarto, aunque suene increíble, que estos falsos chinos nos hubiesen estado drogando. ¿O cómo me explicás que nos hayan tenido que sacar a upa del karaoke por terminar haciendo un streap tease con “Don’t cry for me Argentina”? Explicame, por Dios, cómo le ponés onda sexy a esa canción. Es un bochorno. Lo único que se me ocurre es que para mí estábamos bajo algún efecto. (Al final, suerte que la pieza había una pileta y nos terminamos lavando la cara, al menos, antes de ir a dormir).

Y explicame, ya que estamos, qué tienen que ver esos lobos marinos. ¿Es Evita en Puerto Madryn?
Y explicame, ya que estamos, qué tienen que ver esos lobos marinos. ¿Es Evita en Puerto Madryn?

El día en que la conocimos a Miumui mientras le sacábamos fotos a los pájaros en el bosque, para mí fue el más viajero. Creo que ya me había acostumbrado al paisaje, a la gente híper feliz, a las campanas que sonaban a toda hora. Ese día (¿cuánto llevábamos ya viajando? ¿Una semana, diez días?) fue hermoso. A lo mejor porque nos pasamos todo el día caminando sin pretensiones, o porque la gente ya dejaba de mirarnos como bichos raros y yo sentía que éramos parte del lugar. No sé, pero estaba en sintonía.Y si algo le faltaba al viaje era un poco más de interacción, así que cuando nos invitó a hacer un picnic en su casa y después a su iglesia, ni lo pensé. Y no se me ocurrió tampoco guardar la cámara, ¡si habíamos estado sacándole fotos a todo, y nunca un problema! Además, ¡yo me esperaba un Jesús, un Buda, un Mahoma a lo sumo! ¡Qué nos íbamos a imaginar que en Iri-rí la gente le reza a Michael Jackson, Ani!

Fauna de Iri-rí
Fauna de Iri-rí
Bosques de Iri-rí
Bosques de Iri-rí
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Picnic tradicional en Iri-rí
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Deidad de Iri-rí. Nótese el diente faltante de la diosa bailarina. Esta fue la foto del quilombo.

No nos podemos culpar por querer documentar eso, y a nadie se le iba a ocurrir que la flaca se iba a poner tan mala. Lo que sí no te perdono (¡porque yo te lo advertí!) es que le hayas querido convidar de tu mazapán para calmar las cosas. ¿Vos sos loca? ¿Qué te pasó por la cabeza, mujer? ¡Yo también te hubiera corrido con un palo por toda la ciudad! ¡Esa mujer estaba embravecida! Por si no te queda claro, Aniko, te lo voy a decir hasta el día en que me muera: el mazapán es una caca. Te lo vuelvo a repetir.

La "pacífica" solución de Aniko. (El cartel lo dice bien claro. Mazapán = kk)
La «pacífica» solución de Aniko. (El cartel lo dice bien claro. Mazapán = kk)
La reacción de Miumiu
La reacción de Miumui

Cuando llegamos al cuarto me acuerdo que ninguna de las dos entendía lo que estaba pasando. Salvaste la cámara por un pelo, y aunque yo te dijera que no te preocuparas, que íbamos a salir de ahí, yo tenía miedo. Nunca te lo dije, pero la verdad es que yo no le había dicho a nadie exactamente qué íbamos a hacer, y lo único en que podía pensar es que si nos pasaba algo, no nos iba a encontrar nadie. (Bueno, ¿qué esperaba? ¿No estábamos en un lugar secreto?). No sé cómo hizo Miumui para correr el rumor tan rápido, no sé cómo hicimos nosotras para escapar a la horda de Jacksonlovers ofendidos por una foto y un pedazo de mazapán, armados con palos. ¿Habrán pensado que le habíamos robado el espíritu a alguien que ya estaba muerto? Lo que sí sé es que si no nos metíamos en el convento, no contábamos la historia. Te doy la razón en que disfrazadas de Jack Sparrow hubiéramos tenido algo más divertido que contar, pero dale, escaparnos vestidas de monjas fue lo mejor que pudimos haber hecho. Además, ¿cómo íbamos a hacer para robarnos un helicóptero vestidas de piratas? Sí, fue una locura, pero no me podés negar que esa huida tuvo mucha más adrenalina que mil vueltas en segway y que aunque no sepa ni manejar un auto, con el helicóptero me defendí muy pero muy bien. ¡Si hasta sacaste fotos! (Te lo dije: tan difícil no podía ser).

¿Vos decís que no se iban a dar cuenta?

 

Suerte que vimos el convento...
Suerte que vimos el convento…
Dale Aniko! Dale que hay que poner en marcha el helicóptero.
– ¡Dale Aniko! ¡Dale que hay que poner en marcha el helicóptero! – ¡Bueno, Laura! ¡Traje unos sanguchitos para el camino!
¡Hacia la libertad!
¡Hacia la libertad!

Ahora te dejo porque lo tengo a Juan preguntando quiénes son las monjas de mis fotos, y creo que esta vez le voy a decir la verdad. No sé cómo voy a hacer para convencerlo de que ir a dedo a Iri-rí no es una buena idea, y de que no hay ninguna hospitalidad que probar, y de que por más que vaya disfrazado de cura o de Acuamán el trencito de la alegría no le va a parar. Espero que me haga caso. Sino, voy a tener que sacar el helicóptero de nuevo, y la verdad es que ya no tengo ganas.

Un abrazo fuerte,

Lau

P.d: por favor, te lo pido en serio, no me mandes más la revista Selecciones. No las leo.

 Este post pertenece a la serie Viajes sincronizados, en conjunto con Viajando por ahí. Cliqueando este enlace, podés leer nuestro viaje a Mocronte, el texto de Ani, resultado de este juego.

Si querés sumarte a este experimento, podés escribir tu propio viaje imaginario, siguiendo las instrucciones del inicio del post. Vas a necesitar un amigo con fotos y con ganas de escribir. Podés compartir los resultados usando el hashtag #viajessincronizados y linkear los resultados de nuestro experimento.

Para esta exploración no usamos ninguno de los libros sugeridos, se nos ocurrió a nosotras. Sin embargo, confieso, el desenlace está inspirado un poco en el experimento n° 22 de Lonely Planet Guide to Experimental Travel, que consiste en hacer un viaje usando un disfraz. Siempre tuve la fantasía de hacer dedo vestida de monja. Lo de volar un helicóptero se me ocurrió después de comerme 2 porciones de flan con dulce de leche.

Iriri era el nombre del fox-terrier de un amigo. Se llamaba así por la playa homónima que existe en Brasil. Allá no adoran a Michael Jackson

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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