El lunes pasado estaba mirando el CQTest cuando una de esas mellicitas griegas, que además de saber poco de la vida tienen una voz estridente y se la pasan gritando, afirmó con toda soltura que la capital de Buenos Aires es el Obelisco. Dónde se vio Dios mío que una construcción, edificio, o monumento puedan ser capital de algo… ‘Lo dijeron porque es lo más característico’, dijo uno por ahí (menos mal que le preguntaron de Buenos Aires porque según su lógica la capital de Misiones serían las cataratas y la de Chubut las ballenas). En fin, más allá de mi indignación pasajera, me puse a pensar seriamente en el Obelisco. En toda la construcción en sí, tan simbólica, tan fálica, tan “ceméntica”, tan central. ¿De dónde sale el obelisco? Su historia dice “el obelisco es un monumento construido con motivo del cuarto centenario de la primera fundación de la ciudad. La obra comenzó el 20 de marzo de 1936 y fue inaugurada el 23 de mayo de ese año, etc.”. Ahora bien, mucho dato histórico pero, ¿qué representa el obelisco en sí en el inconsciente colectivo? La gente en la calle tiene respuestas varias ‘Es el símbolo de nuestra ciudad’. ‘Es el centro del país’ (¿?) ‘Es lo que nos representa ‘(¿?).
A mi lo que me llama la atención en primera instancia es esa manía que tienen los porteños por ir a celebrar todo al Obelisco. Desde un partido de fútbol hasta una campaña ecológica o el aniversario de algo. El obelisco recibe a todos y para todo. Lo hemos visto con bandera alemana y argentina, disfrazado de condón, lleno de vasitos de plástico y hasta como escenografía de un espectáculo religioso. A veces me pregunto qué diría si pudiera hablar, qué opinaría de todo esto. ¿A nadie se le ocurrió que a lo mejor no le gusta? ¿Nadie se puso a pensar que el Sr. Obelisco tal vez no quiera ser el centro de atención? O a lo mejor está orgulloso de estar ahí erguido, pase lo que pase…
Yo no sé que explicación tiene ese montón de metros de cemento acumulado. A mí en lo personal el obelisco me atrapa. Me acuerdo las veces que cruzaba Santa Fe con el 152 como el cielo se abría ante mí en la 9 de julio, y buscar desde lejos el Obelisco era algo obligatorio. Esa sensación exacta de que de repente la ciudad de abre, se parte al medio y ahí aparece el gigante inútil observando todo. (Igual el Monumento a la Bandera, sigue teniendo el 1er puesto…que se le va a hacer)
P.d.: qué gracioso que me pongo a buscar fotos del pobre obelisco disfrazado y me encontré con esta noticia que reafirma mi teoría:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1190864&pid=7616273&toi=6264
(Un aplauso para este flaco!!!!!)
Durante los años que viví en Buenos Aires solía aprovechar el tiempo en el colectivo para ir leyendo, pero siempre que pasaba por el Obelisco levantaba la vista para mirarlo. Lo entendía como el principal símbolo porteño, más por lo que decis de las celebraciones que por su arquitectura. En mi, tenía la función de recordarme dónde estaba, y que a pesar de todos los miedos de niño del interior, había logrado adaptarme a ese monstruo que era La Gran Ciudad.
Vino una amiga colombiana que conocí viajando, me dijo que el Obelisco le facilitaba mucho como volver a su hostal porque se perdía siempre en las calles. Yo me reí por lo bruta que es, y vino un neozelandés, dijo lo mismo? Dijo lo mismo! Me dejo pensando. Es como la brújula, el mapa para los turistas/extranjeros mientras para nosotros es otra cosa.
Sin yo, ser Argentino; puedo entender que los Argentinos van alli porque alli se izo (nacio) la bandera argentina por vez primera en el año MDCCCXII (1812). Eso significa que alli nacio el amor y orgullo patriotico. Quisieran muchos tener ese orgullo.