Hay ciudades que parecen pensadas desde la primera hasta la última esquina: armónicas, sencillas de recorrer, catalogar y fotografiar. Otras, en cambio, dan la impresión de haber sido el resultado de un rejunte de historia, lo que fue sobreviviendo de cada época en el lugar en que se quedó, sin orden (aunque sí con algo de lógica). Así es Pristina, capital de Kosovo: una maraña de calles finitas trenzadas con bulevares anchos donde la Madre Teresa convive con Bill Klinton, George Bush y los guerrilleros del UCK.
Habíamos pasado unos días en Mitrovica, la ciudad dividida por un puente, antes de viajar a Pristina, y aunque llegamos ya pasado el mediodía, los dos estábamos con ganas de empezar de nuevo con el país, de balancear la imagen triste del pueblo partido, de tener un lado B que contar.
Nos bajamos del auto porque nos dijeron que ya estábamos en el centro, que ese era el mejor lugar para ubicarse, pero todo lo que podía ver era una avenida ancha en subida que parecía terminarse unas cuadras a lo lejos, y mucho cemento. Había un par de estatuas desprevenidas, vidrios espejados que llegaban hasta el cielo y pizzerías que se entremezclaban con negocios de bijouterie y paradas de taxis. De lindo, de centro, de corazón, no había nada. No habíamos hecho ni siquiera dos cuadras, que la sensación ya me había invadido: en Pristina cruzar la calle, doblar la esquina o saltar de barrio produce el mismo efecto que si alguien cambiara de canal…con nosotros dos adentro del televisor.
Canal 1 – Los estudiantes
Cuando alguien te dice que vas a ver el edificio más feo del mundo, vos te preparás. Ajustás tus seteos de belleza, recalculás las expectativas, y dejás lista la cámara. Porque uno se acostumbra a que le digan que tal o cual construcción es la más (inserte adjetivo positivo y si es grandilocuente mejor) de la galaxia, pero eso de jactarse de tener la obra arquitectónica más espantosa del planeta no es cosa de todos los días. La Biblioteca Nacional de Pristina fue construida en 1982 por el arquitecto serbio Mutnjakovic. Consciente de las tensiones étnicas ya existentes, Mutnjakovic intentó conciliar las relaciones entre serbios y albaneses mezclando elementos otomanos y bizantinos. ¿El resultado? Un edificio de concreto puro, con 99 domos de vidrio recubiertos con una red de metal. A lo mejor imaginándoselo no suena tan mal, pero a medida que uno se va a acercando la cosa se pone más fea. “Parece una huevera de metal derretida”, había escrito una amiga una vez, y la verdad es que tenía razón.
A Juan no le parecía tan grave y celebraba la fusión. A mí se me fueron las palabras, y cuando ya estuve en las escaleras no pude sino lamentar el desperdicio de material y metal, los recovecos inútiles y las mayas que no cubren ninguna cosa. Es raro, y coincido con su fealdad, pero supongo que eso también le da un carácter único. Adentro todo cambia. Por suerte la entrada es libre, y los tres pisos se pueden recorrer sin problema. Dicen que la colección de libros solía ser mucho mayor, pero buena parte de la biblioteca fue destruida en los ’90 por Milosevic, el dictador que reemplazó a Tito luego de su muerte.
El ambiente en la zona de la biblioteca es el mismo que en cualquier barrio universitario, pero acá hay algo que vibra en el aire, algo de lo que quizá los propios estudiantes no son conscientes pero que a mí me cosquillea la piel de entrada. En Kosovo la vida estudiantil está en pleno apogeo y se percibe al instante esa ebullición de “todo está por hacerse”, el hambre novato de oportunidades, las esperanzas de progreso que supone egresar de la universidad. Los barcitos se intercalan con las fotocopiadoras y las pizzerías al paso, y si la biblioteca es una escenografía peculiar, la atmósfera juvenil aplaca la supuesta fealdad y llena el aire de flores. Hablo con algunas chicas que hacen fila en una librería a la que entré con la excusa de comprar un mapa. Me miran y desisten en su intento de descifrarme. Intuyo que no quieren distraerse conmigo para no perder la buena pose de chica interesante a la caza. (Si hay algo que ya tengo recontra sabido, es que en los Balcanes ser una chica tiene mucho, pero mucho que ver con la apariencia). Me les acerco igual. Les da vergüenza soltar el inglés, pero la curiosidad es más fuerte. Hay una que tiene unas pestañas de jirafa que intimidan. Estudia abogacía, me dice, “porque es la carrera con más futuro”. Casi todos los de la fotocopiadora están leyendo el mismo cuadernillo que ella. Cuando se reciba quiere hacer un posgrado en Londres. Se le iluminan los ojos como fuegos artificiales. La otra estudia algo parecido a periodismo, pero da muchas vueltas para ensalzar la carrera, y termina mirando siempre para abajo. Me doy cuenta en seguida que la comunicación no paga en prestigio, y aunque le hablo de mi blog, y de mi trabajo inventado, ella se disculpa igual con la vida: es que esto es lo que me gusta… Después les hacen las fotocopias, me dicen bye a la ligera y se van agarradas del brazo, como si de los codos pendiera algún pacto de hermandad sagrado.
Canal 2 – Rebelde Way
El linyera que vive en el parque las mira, y me dice algo que no retengo. Mi mirada está fija en los zapatos de taco que tiene puestos y que revolea en el aire. El sin techo de barba juzga la vida de la Avenida Xhorxh Bush a los gritos, agitando los brazos desde el asiento de auto al que convirtió en sillón, y junto al cual ha puesto, en filita y de menor a mayor, una colección de al menos 10 pares de zapatos varios. Su guardarropa y la liviandad de su vida están a la intemperie desde hace unos meses, cuando después de mucho escabullirse, lograron desalojarlo de la Catedral Ortodoxa Cristo el Salvador, un edificio que está sin terminar (y que podría redimir sus culpas tranquilamente dándole cobijo al pobre loco de pueblo que se cree modelo y rey). En 1995, y desde Belgrado, Milosevic decidió que era hora de que Pristina tuviera una catedral ortodoxa nueva y no tuvo mejor idea que plantarla en medio de los jardines de la universidad, sin pedir permiso. En medio de la tensión los kosovares, en su mayoría musulmanes, vieron esta decisión arbitraria como una clara provocación. Cuando la guerra estalló en 1998, la construcción se frenó. Durante algunos años soldados la OTAN protegieron el edificio, que luego fue recubierto de alambre de púas, pasó a ser hogar de algunos vagabundos y finalmente fue cerrado en su totalidad.
Canal 3 – Los acumuladores o el backstage de “Los estudiantes”
Al igual que la futura periodista, Gogui tampoco para de disculparse. Nos recibe porque sabe que nadie más respondió a nuestras solicitudes, pero aclara mil veces por segundo que “no tiene condiciones” y que su casa “no está apta para recibir a nadie”. Le decimos que no importa, que cualquier lugar es mejor que la carpa, que el otoño se está poniendo frío y que vamos a estar bien. Gogui alquila un cuarto en una casa sin cocina y repleta de estudiantes a los que jamás les vemos las caras. Hay una torre de zapatillas en la entrada, y por más que la puerta está siempre abierta, el olor a pata se impone y empiezo a sospechar que tal vez Gogui tenga razón. Nos acomodamos en un cuarto que está en desuso desde hace años. Hay 3 colchones y quinientas manchas de humedad. Abrimos las ventanas, sacamos las bolsas de dormir y enchufamos la estufa. A las tres horas, el cuarto no sólo es habitable, sino que es de lo más acogedor. Al baño entro en ojotas, y en puntas de pie. La letrina tiene tanto azufre acumulado que mientras me agacho invocando a los dioses del equilibrio para no tener que tocar nada, pienso en el Puente del Inca, en Mendoza. Me concentro en el paisaje. En Mendoza mental hago pis más rápido. Acá no me baño Juan, hace siglos que nadie limpia. Me voy a pescar cualquier cosa. Y sucumbo, en parte porque no me banco estar sucia y en parte porque Gogui se debe haber dado cuenta que antes de entrar al baño lleno los cachetes de aire y lo largo recién cuando cierro la puerta. Con baño símil limpio ya no está tan mal. Y Juan se encuentra un saco, y reflexiona sobre el otoño y yo me digo que fui estudiante muchos años, que me encantaba la universidad pero que la desidia no la entiendo y a la lavandina, por Dios, nunca le hice asco.
Canal 4 – El Gourmet
Kosovo tiene gusto a hamburguesas. No soy de comer carne de vaca cuando estoy fuera de casa, y le huyo a las parrillas grasosas y universales de tripas de vaya a saber uno qué que se encuentran en todos los puestitos callejeros del mundo carnívoro. Pero Dios, ¡1 euro por una hamburguesa casera (sí, casera con ajito y perejil) en pan o con ensalada! ¿Hambre de media mañana? #meclavounahamburguesa ¿Almuerzo al paso? #meclavounahamburguesa ¿Hambre de 7 de la tarde que es tarde para merendar pero temprano para cenar? #meclavounahamburguesa. Y así hasta que un día dije: no puedo más. (Ahí me di cuenta de que para esta época los pimientos monopolizan los mercados vegetales y empecé a dudar de mi amor por ese aroma rojo que tanto me había seducido en Mitrovica y deseé un zapallo, una mandarina y un melón). ¿Y qué hacer si no hay nada de todo eso? #meclavounahamburguesa
Canal 5 – El Rey León
─ ¿Ya fuiste a ver la estatua? – me dice.
─ ¿Qué estatua? – le digo sin pensar, porque estoy segura que como buen albanokosovar, debe referirse a la estatua de Skanderbeg que seguramente hay en el centro.
─ ¿Cómo que qué estatua? ¡La que todos vienen a ver! ¡Este debe ser el único lugar del mundo donde Bill Clinton tiene una estatua!
Salgo corriendo, por poco. No puede ser. ¿Bill Clinton? ¿El de la mancha en el vestido? ¿El de carita de boludo? Sí, el mismo Bill Clinton que por motivos de todo menos desinteresados, apoyó a Kosovo en la guerra de 1998 y llevó a Estados Unidos a reconocer la independencia del país (jugada que desencadenó en el reconocimiento automático por parte de otras naciones como Reino Unido, Japón, Australia o Alemania).
Los kosovares tienen un agradecimiento-admiración por Estados Unidos, que además de las estatuas les han dedicado calles y parques. Sin embargo, y de a poco, hay movimientos nacionalistas que están intentando mermar con tanta adulación. Detrás de la famosa estatua hay una tienda de moda dedicada a la mujer engañada del ex presidente. “Hillary Clinton” se lee en el letrero, y una foto a color de la ex primera dama con la dueña del local decora los estantes de la vidriera. Pero ahí nomás, bien legible detrás de toda la parafernalia yankee, un grafiti dice: “Jo negociata vetëvendosje!” “La autodeterminación no negocia”. Y es que Vetëvendosje, que literalmente significa “autodeterminación”, es un movimiento político de Kosovo con representantes en el Parlamento, que lo que busca es terminar tanto con la influencia extranjera en las políticas internas de Kosovo, como con las grandes oleadas de privatización de los servicios públicos.
Canal 6 – Llame ya
Antes del comunismo y de Yugoslavia, en Kosovo había un bazar que databa de la época del Imperio Otomano. Como todos los bazares de ese entonces, el Gran Bazar de Pristina era una superficie muy grande, en parte cubierta, donde además de ofrecerse todo tipo de mercadería, tenían lugar intercambios culturales, escenas de la vida cotidiana y tradicional de la ciudad. Pero en la década del ’50, siguiendo el slogan “Destruir lo viejo, construir lo nuevo”, el gobierno comunista tiró abajo buena parte del bazar para emplazar en su lugar algunos edificios gubernamentales como la Municipalidad o la Asamblea de Kosovo y hasta dejó lugar para la Plaza de la Hermandad. Es decir, silenció todo el murmullo de la historia y apagó todos los colores mágicos del mercado, con cientos de toneladas de cemento gris a la orden de las grandezas del régimen.



El bazar actual de Pristina no es ni un tercio de lo que era, pero así y todo conserva la polifonía de los colores y los aromas que siguen contando la historia desde diferentes esquinas. Uno se mete por una calle rebalsada de vestidos de novias, y pronto se encuentra con un carro de zapallos tamaño carruaje de Cenicienta. Los mozos corren con sus bandejas cargadas de vasitos de té con forma de tulipán, mientas lo vendedores de pimiento ofrecen kilos a los gritos, otro te extiende la mano con un puñado de nueces, y el señor de los cigarrillos despliega muros de Marlboro junto a uno que intercala CDs con encendedores chinos y copias del Corán. Hay shampoos de Caballo (?) para lograr el pelo más lacio del mundo, kilos de moras dulces, cunas bendecidas para el bebé recién nacido, baldes con cerezas para hacer rakia, medias, relojes, pistachos, más pimientos, dátiles, burkas, más pocillos de té, adaptadores y baklavas. Algunos se esconden de mis fotos, otros me estiran las manos y me preguntan lo que no puedo contestar, pero un “Argentina” alcanza para que intercambiemos sonrisas y vuelvan a la carga con sus mejores ofertas de cosas que aunque quisiera, no podría llevar.
Canal 7 – Travel and Living
Me gusta que recién al tercer o cuarto día pongamos un pie en el centro histórico, porque podemos irnos sabiendo que lo hemos visto casi todo, que le tomamos el pulso a la ciudad desde diferentes aristas y que no nos quedamos solamente con la imagen impoluta de las mezquitas y sus callecitas de cristal. Sí, Laura, está perfecto, porque viajar no es solamente tomar fotos. Viajar es Gogui y los granitos en la frente de tanta hamburguesa, y las ganas de comprarte el bazar entero y no poder, y las recetas mentales de todos los rellenos que les pondrías a esos pimientos si tan sólo tuvieras una cocina.
Me sorprende igual llegar hasta la Mezquita del Bazar y descubrir todo ese pequeño mundo abstraído, completamente ajeno a la invasión de concreto, de presidentes imperialistas, de hamburguesas y de edificios con aires de innovación.
El pequeño centro histórico de Pristina es un puñado de minaretes con hombres de gorritos blancos que acuden al llamado a oración y museos etnográficos que resisten a la conquista de los vidrios espejados, con balcones de madera labrada y pisos de alfombra que acarician los pies. Hay restos de un hamman (que quedó sumergido en una casa y que pronto será reconstruido), una Torre del Reloj donada por al ejército francés que jamás da la hora indicada (y quizá por eso el enlentecimiento del tiempo) y un aura hermosa que me lleva a sonreír porque aunque hace rato que estoy viajando, a veces extraño el envolvimiento de los lugares mágicos abstraídos, esos que parecen lindos y perfectos y alejados de todo, porque me gusta llevarme de paseo y olvidarme que de todo tengo que escribir, porque está bueno alejarse de la compu, del blog y del libro del viaje que vendrá, porque a veces en rincones como estos vuelvo a recordarme que estoy viviendo, pero de viaje.
Hola Laurita !! Hermoso el post.. !
Viajo con uds te juro… se percibe que la ciudad esta llena de sensaciones, no se si todas de las más *amigables* pero rescato a full esas geniales hamburguesasssss…. 😀
Desde el año pasado los leo y ahora que cambie de trabajo estoy mas tranki y puedo sumergirme mucho mas en tus historias, empece de nuevo caminos invisibles ! Jajajaj estoy a full! También estudie turismo y varias cosas mas que me identifican mucho con vos! Me falta dar el salto con mi novio y salir a dar una vueltita por el mundo………. Ojala sea pronto! Ya los quiero ! Un abrazotee!
Gracias!!!! (Igual extraño las hamburguesas) 🙂 Anímense que no se van a lamentar!
Laura, escribis hermoso. Me gusta la honestidad de tu mirada, la sinceridad de tu experiencia. Te sigo.
Gracias, me llena la sonrisa tu comentario 🙂 Gracias por viajar conmigo.
Buenísimas las fotos (hay una medio hipnótica con un efecto parecido al de los videos de musica disco que me encantó) el texto, todo. Felicitaciones.
Lau que bella forma de escribir!! No hacen falta las fotos realmente, porque el sentimiento la admiración y el detalle con el que contas estas vivencias, nos dejas ver en palabras lo que tus ojos ven y sentir lo que tu corazón, es increíble, y desde ya gracias por esta invitación a viajar con vos! Un beso grande!!
Hola, muy bueno el post… tambien voy a ir a Kosovo. Pudiste ver si hay vida nocturna ? discos, etc ?
Supongo que es un poco más flexible que Albania, especialmente Prizren que está más orientado al turismo gringo que todo lo que busca es salir de joda. De todas maneras, te repito, no sé si son países para ir a reventar la noche.