Hace unos años (unos cuántos, muchos años), a alguien se le ocurrió decir que la mujer no podía. No importa qué, lo importante es que le dijeron que no podía. Intuyo que quien afirmó tales cosas debía de ser alguien de mucha confianza, porque el asunto es que pasaron los años y los siglos, y las mujeres (y los hombres también) vivieron creyendo que esa persona tenía razón. La mayoría de las mujeres transitaron la historia convencidas de que sólo podían hacer aquello que sus madres y abuelas hacían, pues todo lo demás, sin importar lo mucho que lo desearan, estaba fuera de su alcance. Hay cosas que son sólo de hombres. Al menos, así se viene diciendo por los siglos de los siglos.
Una vez, estando yo en primer o segundo grado, la maestra me retó por haber dibujado a una señora arriba de uno de los barcos de Colón. “En esa época las mujeres no viajaban, en los barcos solamente había hombres”, me dijo, y con dos trazos transformó mi vestido en traje, anuló el sexo de mi descubridora aventurera y me creó una obsesión que me duró de por vida. No era cierto lo que ella me dijo esa tarde, pero estoy segura de que ella no lo sabía.
Viajeras las ha habido desde siempre. La mujer que inauguró el oficio se llamaba Egeria, era monja y vivió en el siglo IV, osea, en el año 300. Egeria es conocida por haber sido la primer mujer en viajar a Tierra Santa (Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia, Asia Menor y Constantinopla), y escribir un libro narrando sus crónicas al detalle.
Lo curiosamente llamativo es que hoy, 1700 años después, hablar de una mujer que viaja sola (entendiendo el término como “en ausencia de compañía masculina”) siga siendo un tabú o una rareza. Podemos estudiar, vivir solas, trabajar, ser independientes, conducir, operarnos, decidir cuándo menstruar, parir, ser madres solteras, divorciarnos e incluso casarnos con otras mujeres, pero basta soltar la idea de cruzar una frontera sin compañía para que todos los sensores del peligro se pongan en alerta y todos los miedos ataquen, juntos. “Exploradora salió, puta volvió”, decía un antiguo refrán alemán sobre las mujeres que tomaban el mapa por las astas. Y aunque ya ni siquiera nos importe que nos llamen putas, sentimos una tremenda inseguridad al momento de agarrar la mochila y tomar las riendas de nuestras vidas.
“Todo sucede por una razón, el universo cuidará de ti”, solía decía Kinga Choszcz —también conocida como Kinga Freespirit—. Kinga fue una viajera aguerrida. Estoy segura de que si hubiera un comic de mochileros, ella sería la heroína principal. Desde que empezó a viajar, en 1998, Kinga dio la vuelta al mundo haciendo dedo, compró un camello blanco y viajó con los nómadas del desierto, liberó a una nena de la esclavitud en Ghana e inspiró a muchos, pero muchos a vivir sus propios sueños. Fue ávida, intrépida y valiente. Murió en África a causa de malaria en el año 2006 y aunque su decisión de no ser tratada me llene de impotencia, no dejo de admirarla por su fortaleza y por la convicción en sus ideales. Ella es, sencillamente, lo que aspiro a ser yo como viajera. A veces, cuando me da miedo, pienso en ella. Porque no se crean, yo sigo teniendo miedo antes de salir de viaje, aunque más que miedo es una mezcla de nervios, ansiedad, adrenalina y dudas, que va pasando de a poco.
Kinga, en su último viaje por Áfica.
Pero no siempre fue así, al comienzo, como todas, morí de pavor. Llegar a la flor de la edad, tener ahorros, tener tiempo….pero no tener compañía. Y sentirme culpable. Y sufrir los miedos de mis padres. Y las caras extrañas de mis amigos. Y las pesadillas de la soledad a la distancia. Y los fantasmas de los raptos, violaciones y las peores noticias de TV. Y lloré. ¿No suena ridículo? ¿No tendría que haber estado saltando en una pata porque (al fin!) había terminado la universidad y me iba a poner la mochila en la espalda? En la inmadurez de mis 23 años, yo sentía culpa, y dejaba que los miedos me dijeran al oído: “mejor quedate en casa”. Hasta que un día, (seguro que fue camino al trabajo, renegando del trabajo, llegando tarde para que faltara menos para salir del trabajo), caí en la cuenta de que si me quedaba iba a estar cometiendo la peor de las traiciones: me iba a clavar un puñal en mi propia espalda. Entonces me animé. ¿Cómo? Como tiene uno que animarse a ciertas cosas: cerré los ojos, dije lo que tenía que decir y pateé para adelante. Oídos sordos a los miedos, una vez que compré el pasaje sentí que algo me abandonaba para darle lugar a otra cosa mejor: la sensación única e irrepetible que se tiene antes de empezar un viaje. Y así fue. Quisiera que alguien me hubiera dicho que ese pasaporte en blanco iba a tener que ser reemplazado por falta de hojas limpias, y que la mitad iban a ser en compañía de mi misma.
Viajando sola aprendí a ser más responsable de mí y de mis cosas, a prestar más atención, a ser menos indecisa. Tuve que elegir todo sin consultar a nadie —desde el alojamiento hasta qué ciudad visitar después— y eso me dio seguridad y me ayudó a conocerme a mí misma y a vencer mis miedos. Aprendí a estar sola, a aceptar el silencio, a disfrutar hablar. Aprendí también a confiar más, a titubear menos. Hubo momentos, por supuesto, en que deseé tener a alguien conmigo. Cuando tenía un paisaje increíble en frente y no tenía con quien disfrutarlo, cuando me enfermaba y tenía que pasarme unos días en cama, o cuando necesitaba otros ojos que cuidaran de mí (como aquella vez en la India en que no podía ir al baño porque había un flaco que miraba por la cerradura con total descaro). En todos esos casos siempre hubo alguien. A veces fueron otras mujeres, a veces fueron hombres. Siempre hice amigos y, sobre todo, borré prejuicios.
Por eso hoy, dedico este artículo a las viajeras solitarias (y a los viajeros también, los hombres tienen miedo y no hay nada de malo en eso), a las que ya llevan kilómetros en las suelas, a las que miran el mapa con hambre voraz, a las que todavía no saben que son viajeras. Y les digo: no tiene nada de malo salir al mundo, todas hemos tenido (y seguimos teniendo) los mismos miedos, pero hay que pensar: lo mejor siempre está por venir. ¿Hay riesgos ahí afuera? Claro, los mismos que a la vuelta de la esquina, sólo que afuera asustan un poco más. Con sentido común, precauciones lógicas y una buena sonrisa, no hay de qué temer. ¿Y si me enfermo, si me roban, si extraño? Bueno…¿y si no? Si se puede vivir sola, se puede viajar sola. Y a la larga, uno está solo únicamente cuando quiere: el camino está lleno de viajeros buscando compañía.
Si querés leer sobre la primera vez que hice dedo sin Juan, hacé clic acá
Y si andás en busca de más inspiración viajera, hay un libro que te está esperando…
Y de paso les dejo el enlace a este artículo, escrito por Mariana Mutti, una blogger que conocí durante el viaje a San Juan, para leer otras reflexiones sobre este asunto.
Lau, muy buen post, inspirador para las chicas que se quieran largar a viajar solas. Entré a leerlo para recomendarlo a mi mejor amiga, que se lanzó su primer viaje en solitario (o caso, con una amiga de ella). Pero bueno, personas como vos siguen desafiando paradigmas e inspirando para que los demás hagan lo mismo.
Buenas vibras 🙂
En menos de un año me voy sola a la India y todo el mundo me pregunta horrorizado «¿por qué sola?», bueno…son muchos los motivos, pero el principal es que no quiero estar atada a nadie y a sus tiempos para viajar adónde he soñado siempre. Cuando pienso en el miedo lógico que me da viajar sola pienso en mí a los 18 años cuando llegué de un pueblo a vivir sola a Buenos Aires y sonrío. Gracias por la inspiración, vos siempre me inspirás. Beso grande.
Excelente!!! Claro que las mujeres y las causalidades de la vida hoy tambien lei el articulo de Mariana por otro enlace. Saludos y buenas rutas!! xoxo. 🙂
Lau! Totalmente identificada con todo lo que decis! La primera vez que viaje sola, fue a un lugar que ya conocía, para sentirme un poco más segura… a Purmamarca. Desde ahi no pare, aunque a las personas alrededor nuestro les cueste entender ese saborcito a victoria personal que tiene subirse a un avion sola, comprarse un helado y pasear por alguna calle o contemplar algun paisaje inigualable…. Es verdad, cuando me enferme lloré por estar sola, pero al toque vino alguien que me ayudo y despues seguimos compartiendo viaje.. cuando viajas sola, nunca estás sola!
Te felicito de nuevo por el blog!
Genial Lauuu!! Es verdad todo lo que decis, me senti mas que identificada.
El lunes regrese de mi primer viaje sola, a Bariloche y me paso todo lo que escribis. La sensacion de tener el pasaje en mano, el disfrutar el paisaje sola, el decidir todo y afrontat al peor temporal de viento de Bariloche con mi mochila, mi mate mi soledad y mi felicidad de estar haciendo eso!
Gracias por seguir dandome cuanta que las muejres si podemos viajar solas!!!
Qué linda entrada Lau!!
La primera vez que te escribí un correo te dije que realmente te admiraba y leerte me llenaba de entusiasmo.
Todas tenemos miedos, los propios y los que nos imponen, los que sentimos y los que nos muestra la tv, pero no hay mejor forma de superarlos que enfrentarlos y tener una mente sana junto a una buena vibra positiva.
Cuando cuento a los demás del futuro viaje que planeo, despues del típico «Estás loca!» se viene el otro típico ¿Y no te da miedo?
A todos les respondo lo mismo…. Para irme con miedo no me voy!
Gracias por tus líneas!
Un besote y buenos viajes!!
Gracias por la mención, Lau!
Ojalá que cada vez seamos más las mujeres que nos animamos a viajar solas 🙂
Besos!!!!
PD. Hay encuentro de bloggers en unos días, se suman??
Nobleza obliga!
Se nos va a hacer imposible porque ya tenemos fecha en Córdoba para presentar el libro. En abril nos vamos, y seguro pasamos antes por Capital. Hacemos un bis?
Teníamos pensado bis en abril, cuando se van?
Si vienen antes a Baires igual avisen y nos tomamos unos mates al menos 🙂
como es la vida, sabía de Kinga, pero me superaba su historia, me hacia sentir rabia, creo que una rabia parecida a la que sientes tu por su muerte. Así que me acostumbré a pensar en ti como referente, y en Juan también, pero tu eres mi (nuestra) inspiración para viajar de esta manera. Ojalá un día coincidamos en el camino hermana….
Yo tengo sentimientos muy encontrados respecto de su muerte. Lo hemos discutido mucho con Juan, y creo que la rabia es producto del dolor. Igual, nada…se me puso la piel de gallina con lo que me decís! Que me tengas de referente…qué orgullo! Muchas gracias, de verdad. Acá estoy para lo que necesites! Y sí, ojalá el camino nos lleve de viaje al mismo lugar! 🙂
Buensísimo tu post. Solo una vez viajé sola, cuando m fui a Europa un mes y pico y la gente se sigue sorprendiendo bastante! Es muy cierto como tenés que prestar mucha más atención y parar con la indecisión. Pero es una experiencia de libertad increible.
Saludos!
Hola en un mes más comienzo mi viaje de 1 mes y algo, y la verdad desde que planee viajar sola nunca sentí miedo, de nada ni nadie, dentro de mi corazón creo que siempre supe que podía hacer lo que quería y que no tenia porque esperar a alguien para que me acompañase en algo que era mío; este viaje para mi es mas que un viaje es un desafío que me he propuesto yo misma ganarlo. Si dios me acompaña espero encontrar solo gente linda en el viaje y absorber lo que mas pueda sobre la vida.
Holaaa! Me siento como tu Maryte… en casi un mes parto a mi viaje de un mes xP a Europa medianamente sola (una amiga me acompañará haya aunque no se si toda la «ruta») y simplemente estoy EMOCIONADAAAA no puedo hacer nada más que revisar blogs de viaje, leer tripadvisor, ver mapas y demás… no tengo nada complemente organizado pero definitivamente en lo último que trato de pensar es en el miedo… lo único que quiero hacer es viajar :3
Gracias Lau por el post! Estuvo genial y me da muchas más ganas de viajar ya!
Lau, justo en el momento preciso. El 22 ya me voy de viaje y como queda tan poco he andado muy sensible y con todos las dudas a cuestas!!! Mil gracias!!!
Un placer Mari, como siempre! 🙂