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Me verás volar

Hace unos meses, antes de salir de Argentina, me entrevistaron en un programa de radio. La consigna era elegir cuatro o cinco temas que representaran mis viajes, para cerrar cada bloque. Tuve que mentir para quedar bien. En lugar de saltar al vacío me tiré a la red de Manu Chao, Calle 13 y ya no me acuerdo qué otro cliché más para estar segura. Quedaron todos contentos menos yo, que sentí que había sido injusta, porque para mí la música en los viajes es otra cosa: no escucho canciones para viajar, escucho música para volver. Esa noche -y estoy segura de que seguirá siendo así por mucho tiempo- las primeras canciones que habían venido a mi mente eran casi todas de Soda Stereo.

Me enteré de la muerte de Gustavo Cerati gracias a Facebook. Alguien dijo «Buena gira, maestro» y otro posteó una foto. Yo me detuve un segundo a pensar que hacer leña de la música caída no era un acto noble, pero que no podía sino escribir, escribir algo que intentara reflejar ese otro algo, porque no sé si tengo palabras para explicar lo que pasa por mi cuerpo, la electricidad que me eriza la piel cada vez que pongo el última recital de Soda en Youtube. No importa si estoy en India, en Islandia o en Perú, empiezan los acordes y vuelvo a conectar con lo más hondo y en esa intimidad vuelvo a ser yo, en mis adentros, en mi casa, en mi mundo, en Argentina.

Play.

Ella usó mi cabeza y se hace una pausa, un micro silencio que me llena de adrenalina y junto todo, la fuerza, la bronca, la energía y todo eso de lo que me quiero liberar hasta la caída libre como un revolver. Los acordes de la guitarra me dan unas ganas tremendas de apagar el mundo y subir el volúmen y todo es oscuridad y no hay más que esas notas y yo, y mi vida y las veces que canté como una desaforada frente al parlante o a la compu o incluso esa vez en una tienda de bombachas en Colombia a la que entré nada más que para cantar me vi llegando tarde, tarde a todo y sentir la pena traspasada de estar lejos, de otras vidas, de no sé qué, pero qué alivio, y qué éxtasis divino en así se siente cuando la verdad anticipado hasta es la palabra sometida. Y otra vez la energía al máximo para denunciar que yo también pienso que el vacío es un lugar normal. Yo también.

Pause.

Ahora acá estoy, en el medio de una ex noche otomana en las montañas de Berat, cayendo en la cuenta de que esta muerte infinitamente anunciada me da una pena también anunciada pero no menos triste, porque la música de Gustavo Cerati es un cable a mi vida, porque para que una canción me seduzca tiene que ser poesía cantada, tiene que haber una fuerza brutal como decir que alguien era una piedra en el agua. Vuelo con las letras, vuelo desde adentro. Sus canciones me sirven para descargar, para gritar energía en poesía de otro. Y eso nunca muere. Nunca.

No tengo ansias de homenaje ni de profundidad. Ni siquiera soy capaz de derramar una lágrima porque toda la energía de esta tarde se me fue en el transe de la ciudad de la furia, porque volví a desear ser cool como Andrea y tener esa voz de encantador de serpientes para poder estar ahí, y ya. Sí, Soda es mi remedio para cada vez que extraño la tierra. Sólo eso. Infinitas gracias totales.

* Foto: Guido Adler

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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