• Menú
  • Menú

La historia del comienzo de este nuevo viaje (parte II)

20 de julio de 2010

El primer mail que recibí por parte de Juan contaba solo con un par de líneas, que se limitaban a agradecerme el mensaje y a concordar conmigo en que esta vida es difícil cuando de amores se trata. Buenos caminos, me decía, y fin de la historia.

Me di por satisfecha, demasiado con que me había respondido…

Pero se ve que sin querer había yo también sembrado una duda en Juan, porque un par de semanas después llegué un día al trabajo y me encontré con un mail de él. Y ese fue el comienzo: empezamos con un par de líneas y terminamos con escritos de 7 u 8 páginas, contándonos nuestras aventuras y desventuras. El tiempo pasaba, Juan avanzaba en su viaje, y nuestras charlas eran cada vez más extensas. Así que decidimos conocernos, y Salta fue el destino elegido.

¿Qué puedo decir? No lo pensé mucho y no dije nada a nadie. Fui, saqué los pasajes, armé la mochila y, como cada vez que titubeo, tiré para adelante. Las cartas ya estaban echadas…

Y me bajé del avión y ahí estaba Juan… Se me hizo kilométricamente alto la primera vez que lo ví, recuerdo. No podía creer que él era la misma persona con quien había compartido tanto del otro lado del monitor. Pero los nervios duraron poco, y pese al mal tiempo del día siguiente ahí estábamos los dos haciendo dedo al costado de la ruta. Primera vez para mi, y aunque trataba de disimular los nervios, se me notaban.

– Lección número Uno – me dijo Juan con un tono que tal vez fue menos militar de lo que yo recuerdo, y me empezó a instruir en el arte de hacer dedo, y sus trucos para que te levanten más rápido. Así me enteré de cosas que si uno las piensa son más que obvias, como que no hay que hacer dedo cerca de donde la gente espera el colectivo; y de cosas totalmente nuevas, como métodos para acomodar el equipaje y que de lejos todo junto parezca más chiquito.

Y arrancamos.

El primer día para mí fue raro. Todo era nuevo, los nervios iban cediendo pero muy despacio, y el clima estaba realmente espantoso. Sin embargo a medida que iba pasando el tiempo nos iban tocando conductores más interesantes y se iba tejiendo la historia del día. Hicimos noche en La Viña, un pueblito pequeño donde nos invitan a la inauguración de una sandwichería, que inicia sus actividades vendiendo empanadas…. Rubén, el conductor que nos llevó hasta ahí y que nos trata con tanto cuidado, no deja de repetir que él entiende a Juan en su aventura, pero que no me imagina a mí, “tan delicada, con la piel tan linda”, llevando esta vida por mucho tiempo. Una enorme sonrisa me sella los labios mientras escribo estas líneas.

Tratar de explicar lo que sucedió al día siguiente sería una utopía. No se describe con palabras lo que simplemente se siente…es imposible.

Alemanía era el próximo destino, lugar al que Juan quería volver pues es ahí mismo justamente dónde él decidió cambiar su vida y ser lo que hoy finalmente es. En un abrir y cerrar de ojos allá estábamos. Ese pueblito fantasma, tan alejado del resto, fue el escenario que dio lugar al encanto, y es allí donde se empieza a escribir la historia de nuevo.

Esto puse yo en mi diario: “Entramos al pueblo cruzando un enorme puente de hierro. Siento la necesidad de tomar a Juan de la mano, pero no me animo. Es que siento que estamos como entrando en un túnel que nos lleva a otra dimensión, a otro lado fuera de este mundo. Se que es especial para él y quiero que sienta que estoy acá”

Encontramos un lugar perfecto para poner la carpa y ahí nos quedamos los dos días que siguieron, disfrutando al máximo la naturaleza que nos rodeaba, y disfrutando también de esas situaciones irrepetibles de conquista, cuando las mariposas de la panza se acuerdan que están ahí y los significados de las palabras son vitales.

Las pocas personas que sabían de esto antes de que yo me fuera ya me habían dicho entre sonrisas “te vamos a ir a buscar hasta Alaska”, pero yo no lo creía posible, porque para mí todo esto no se trataba de un encuentro amoroso sino de un encuentro de almas viajeras. Por eso cuando Juan me dijo “Laura, la invitación a Alaska está hecha”, realmente me tomó de sorpresa. Cosas así no se proponen de un momento a otro, uno no cambia el rumbo de su vida en una tarde de sol, solamente porque tiene el corazón que se le sale de alegría. Son decisiones que se piensan, a menos, claro, que se trate de una película de esas en que un par de escenas son suficientes. Pero como yo siempre dije que quería vivir mi vida como si de un film se tratara…. No dije que sí ni terminé el cuadro con un beso. No. Traté de ser lo más objetiva posible y tomarme un tiempo para pensarlo. Pero por más resistencia que mi lado coherente quiso imponer, el viaje se terminó un lunes y el miércoles Juan estaba en Buenos Aires, instalado en mi castillo, y desde entonces, acá estamos.

El viaje nos puso adelante todo tipo de situaciones, como una degustación de lo más variada de todos los sabores que tiene la ruta. Y a mí eso me bastó para darme cuenta de que esta podía ser la oportunidad de tener todo lo que yo quería, y al mismo tiempo: una vida maravillosa, de mochilas y amor de la mano. Ahora se que este blog que empezó como una silenciosa bitácora de un solo viaje será testigo de las historias de mi vida. Estoy inmensamente feliz por todo lo que se viene y contenta conmigo misma por haber elegido como elegí. Después de todo, a veces el tren pasa una sola vez…

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

Ver historias

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

13 comentarios