A nadie le gusta ser expulsado de ningún lado. Ser expulsado implica la idea de ser echado, indeseable por alguna que otra razón, y eso definitivamente no es bueno.
Sin embargo siempre me gusto esa sensación de avalancha de gente siendo despedida por el subte en la estación 9 de Julio, combinación con líneas B y C. Es como si el subte vomitara de repente, lanzando al anden cientos de personas que brotan de a montones y llenan los pasillos en cuestión de segundos. Es una imagen buenísima.
Ahora ya no puedo, porque cambié de trabajo y por ende de subte, pero durante mucho tiempo combiné las líneas D y A para llegar a la facultad. Para poder hacer más rápido, me subía siempre en el primer vagón, como para salir justo al pasillo y hacer la combinación. Si bien la mayoría de la gente sale expulsada en la otra estación, en Catedral quedan siempre algunos rezagados, y la gran mayoría quiere combinar con la línea A. En esos tiempos me encantaba jugar carreras en silencio. Se abría la puerta y a pasito ligero, sin correr, jugaba a pasarlos a todos y ser la primera en bajar la escalera y salir al pasillo. Todo esto, por su puesto, con relato mental incluido, en cuestión de segundos. Quedaban entonces en una de las 2 siguientes alternativas. Relator de domingo al mediodía: brrrrrrrrrmmmmmmmmmmm y viene la de chica de remera negra y pasa al de rayas, quedando en segunda posición y brrrrrrrrrrrrmmmmm cabeza a cabeza con el de amarillo. Si si si si si señores, la chica de remera negra acaba de tomar la delantera. Amarillo le pisa los talones por detrás, avanza el paso, avanza, avanza y siiii señoras y señoras remera negra gana la carrera de esta tardeeeeeeeeeee. O el auto – aliento combinado con insulto o intimidación mental hacia mis contrincantes: bbbbbrrrrr te paso, te paso, guarda que te paso camisa a rayas. Seeee te pase, bien Lau, vos podés! Rápido, rápido, rápido brrrrrrrrmmmmm correeeete amarillo que te llevo puesto, correeeeete brrrrrrrrmmmm ganeeeeeeeeee siiiiiiiiii ganeeeeeeeeee. Nunca llegué a saltar de la alegría ni mucho menos, pero juro que estas victorias me alegraban la tarde. Si, soy un poco loquita…pero al menos me divierto!
En más de una oportunidad tuve la sospecha de que otra gene hacia lo mismo. Mirando bien de reojo veía como también se empeñaban en pasarme, y nadie se atrevía a correr porque claro, eso sería hacer trampa.
Ahora que ya no combino más subtes de vez en cuando sufro el impulso expulsador de la estación Carlos Pellegrini, en la línea B. Igual lo resisto bastante. Y ya no juego más carreras. La escalera mecánica de Florida es demasiado estrecha para todos los que somos, y siempre siempre hay que esperar.
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