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Desafío Islandia: The End (desafíos que sí, desafíos que no)

17 noches de viaje, más de 1500 kilómetros recorridos a dedo y una nueva aventura que contar. El saldo que deja el viaje por Islandia es positivo por donde lo recuerde: además de sumar un nuevo país a mi inventario, volví a tomarle el gusto a la ruta y me animé a hacer muchas, pero muchas cosas que ni me había imaginado que sería capaz de hacer.

No exagero si digo que Islandia fue uno de los mejores viajes de mi vida. Uno podría pensar que para que un viaje se suba tan alto en el pedestal tienen que alinearse muchos planetas, porque cuando la expectativa es alta, cuando se empeña y se espera tanto de un lugar, las posibilidades de que todo se caiga por el barranco suben de manera exponencial. Y es verdad. Sin embargo, más allá de la felicidad de los desafíos cumplidos, de la exuberancia de los paisajes que nos encontramos, de la sorpresa que fue para mí el pueblo islandés, todo el viaje estuvo marcado por algo difícil de encuadrar en cualquier especulación: la risa. Uno no puede plenear cuándo se va a reir, ni por qué, ni con quién, ni por cuánto tiempo. La risa es algo que te agarra de imprevisto y, cuando es buena, cuando es de esas que valen la pena porque son capaces de cambiarte un día, es tan pero tan poderosa que no la podés contener, y es irremediable dejarla salir por todo el cuerpo, agarrarse la panza, llorar y hasta tirarse al piso si es necesario.

Esta foto la tomamos de contrabando después de bajarnos del bus aeroportuario y antes de subir al avión. Del vuelo de vuelta no tenemos fotos, veníamos fusiladas. La anécdota es que cuando aterrizamos me desperté y le dije a Ani: «Boluda, soñé con un tipo arriba del avión que tenía galera y bigotes largos, y me hablaba. Cualquiera». Y acto seguido escucho al piloto decir: «Señores pasajeros. acabamos de aterrizar en París. Wow airlines les agradece a ustedes por volar con nosotros, y a Mr. No-se-quien, el mago que los entretuvo durante todo el vuelo».  Sí, un mago en el vuelo y yo roncando como una morsa.

Reírse hace bien, como abrazar, como confiar, y como tantas otras cosas que hice durante el viaje a Islandia. La ví a Aniko intentar salvar –en vano– la vida de un pato bebé que no entendía los riesgos de la vida moderna y cruzaba la ruta cada vez que podía, y me maté de la risa; estuve saludando insistentemente durante media hora a un pobre chino que no era el chino que yo pensaba que era –y que por ende no me contestaba el saludo, obvio, lo que me llevaba a saludarlo aún con más ganas–, y lloré de la risa al darme cuenta de que era el chino equivocado; vi aparecer al abuelo de Heidi en un cuatriciclo entre las montañas, y me reí hasta que me dolió la panza.

El patito que, a esta altura, debe estar leyendo el post desde el más allá...
El patito que, a esta altura, debe estar leyendo el post desde el más allá…
El abuelito de Heidi que no hablaba nada de inglés y al que le okupamos el remolque, ni bien frenó el tractor. (Nunca supimos si su intención era llevarnos, pero no le quedó otra). Después de dejarnos en la granja desapareció, y lo vimos reaparecer en las montañas… ¡montando un tremendo cuatriciclo! 

Así y todo, hubo desafíos que quedaron en el tintero. Algunos quedarán para otro viaje. Acá van unos ejemplos, con hashtags incluidos para expresar mi frustración.

a) Comerse un pancho con Björk. Lo intenté. Le mandamos tweets a ver si se copaba a pasear un rato. Quisimos tentarla, y le dijimos que si se sacaba una foto con nosotras y la subíamos al blog seguro conseguía que la invitaran a cantar en el mundial. Hasta le dijimos que si se portaba bien la llevábamos en un tour exclusivo a dedo por todo su país. Se ortivó. Nunca nos contestó ni un solo tweet. El pancho nos lo comimos igual. #bjorkLTA

Sí, sí, deletreé mal Reykjavík. Me tomó varios días aprenderlo de memoria. Mmmm…ahora que lo pienso capaz se ofendió por eso!

b) Conseguir la camiseta de Islandia. También lo intenté, Hernán, y te juro que no fue por los millones de pesos que seguro me iba a costar el talle XXL, sino porque no vi ni una sola tienda de deportes en Reykjavik. No, al menos, al alcance de la mano. Me vine sin saber si quiera de qué colores era. #LaAlegriaNoEsIslandesa

c) Pintar un stencil de #desafioislandia. Estuvimos muy cerca de intervenir las paredes de Reykjavic, pero nos faltó tiempo. #todonosepuede.

d) Tocar una canción en el ukelele y pasar la gorra. Yo quería que Ani sacara «Guacamole» de Kevin Johansen. Yo la iba a cantar, y me iba a poner a bailar en la calle y a invitar a la gente a que bailara conmigo. Hasta se lo que quería mandar a Kevin por Twitter, que es un copado y seguro mandaba saludos. Todo me lo había imaginado. Estoy segura de que nos hubieran dejado unas cuantas koronas en la gorra con tal de que me callara. Pero no pudimos. Fueron unas lindas vacaciones para el ukelele, que paseó por toda Islandia. #IgualKevinTeamo

e) Dormir en una comisaría. Ojo, no queríamos portarnos mal, queríamos que amablemente alguien nos dejara dormir en un calabozo. Imposible. Las veces que lo intentamos nos encontramos con las comisarías cerradas. Así de alta es la tasa de delincuencia por allá…#LaInseguridadNoEsNiSiquieraUnaSensacion

f) Dar una charla en una escuela. Tenía muchas ganas de retomar el Proyecto Educativo Nómada en Islandia, de mostrarles a los nenes cómo es el país de dónde venimos, como son los chicos en Latinoamérica. Pero le calculamos mal. Llegamos dos días después de que terminaran al clases, y las escuelas estaban vacías. #Fail

g) Mantener el equilibrio montadas en una patineta (y disfrutar del asfalto y los paisajes). La idea fue de Paulo, un lector brasileño colombiano (#NoTodosLosPaulosSonCohelo). Paulo, querido, consejo de viajero precavido: no hagas de viaje cosas que no harías estando cerca de tu casa. Voy a postearte una foto de la única vez que me subí a una patineta, que fue en la Guyana Francesa, para que te des una idea de lo que sería hacer lo mismo en Islandia, donde es todo en bajada. No me haría feliz. #NoSoyWalterMitty

Cara de pánico de “Primera vez que me subo a una patineta, tengo 27 años y ningún seguro médico. Si me caigo me rompo toda”, hace 3 años, en St, Laurent do Marooní, Guyana Francesa.
Entenderán que no hay chance de que lo repita en una ruta como esta…

h) Ver un puffin. Antes de salir, ninguna de las dos tenía idea de lo que era. Yo pensaba en un budín con alas. Después nos enteramos que eran los pájaros más lindos del hemisferio norte, y nos obsesionamos. No tuvimos suerte. La vez que pensamos ver uno, saltamos de alegría y preparamos las cámaras, resultó ser un bodoque de tierra con una tapa de Cocacola. #AguantenLosPinguinosQueSeVenPorTodosLados

i) Cantar el himno el 25 de mayo (y comer locro, y empanadas y sacarse una foto con una bandera argentina), fue idea de Vito, blogger compatriota. No hubo chances. Primero, he de confesar, no soy de lo más patriota que anda por el mundo, aunque banco el locro a muerte. Sin embargo, Islandia debe ser uno de los países donde menos argentinos me encontré, ¿de dónde saco una empanada, Vito? #agentinidadaltacho

j) Salir en televisión. Bueno, no vimos una sóla cámara de TV en todo el viaje. Aunque a las dos se nos ocurrieron muchas maneras de matar dos pájaros de un tiro y cumplir con el desafío j) y el e) al mismo tiempo, preferimos pasar «desapercibidas». (Seguro que volviste arriba a ver cuál era e desafío e) )#EnIslandiaNoHayRial

k) Ver un oso polar fue la sugerencia de una lectora por Twitter. Seguidora de la red social del pajarito: en Islandia no hay osos. Y como bien aclara este cartel, si llega un oso a las costas islandesas, a bordo de un iceberg perdido, lo matan. Así de descorazonado el asunto. Les sale más barato matarlo que mandarlo de vuelta. #SuerteQueLaRazaHumanaEsLaMasInteligente

Igualmente, como ya sabrán, pudimos cumplir otros tantos. Y esta es la lista (que no es poca cosa):

Desafío Islandia (introducción) (y la versión de Ani)

Desafío Islandia (1): Llegar a París en dos días

Desafío Islandia (2): Meter todo en una sola mochila y no perder el avión (Ani)

Desafío Islandia (3): Desconectar en Reykjavík

Desafío Islandia (4): Subirnos a un barco de pescadores (Ani)

Desafío Islandia (5): Hacer dumpster diving

Desafío Islandia (6): Sobrevivir al clima (Ani)

Desafío Islandia (7): Abrazar a cinco islandeses

Desafío Islandia (8): Encontrar la fábrica de artistas (Ani)

Desafío Islandia (9): No pagar ni una noche de alojamiento

Desafío Islandia (10): Dar la vuelta a la isla a dedo (Ani)

Bonus: Hacer el Círculo Dorado sin hablar (y la versión de Ani)

Antes de dar por terminado este capítulo de desafíos y de viaje islandés, quiero volver a decir que para mí viajar es mucho más que ir de un punto a) a un punto b); que moverse para llegar a sacarse las fotos que hay que sacarse, a ver lo que hay que ver. Viajar es único, es personal y es incuestionable. A veces, está bueno pensar fuera de los límites y animarse a más. Viajar también es jugar, y eso es lo que quisimos hacer con estos desafíos. Puede que la idea sea redundante, porque todo viaje conlleva retos que hay que sortear, y nos pone a prueba de manera contínua, pero tener metas que cumplir y que superar fue una motivación más para animarnos a hacer cosas que quizá no nos hubiésemos atrevido a hacer. El premio: un viaje como el que finalmente hicimos. Así que si les sirve de algo, anímense. Desafíense a sí mismos, rompan un poco los moldes, viajen más allá de las guías. Y vayan a Islandia. Les va a encantar.

Podés leer la versión final del Desafío Islandia escrita por Ani, en este enlace

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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