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Del sushi, la comida gourmet y otras yerbas

Los que me conocen saben que mínimo 2 veces por días se me escapa de la boca un «a mi Buenos Aires no me gusta», con sus variantes «como odio Buenos Aires», «que ciudad del demonio» o la que es mucho mejor aún: «estas cosas en Rosario no pasan». Ahora que nada me inquieta, me miro a mi misma y me doy risa, porque por mucho que me queje de capital, hay una parte de mi que se encanta con esta burbuja de cemento. Acá hay de todo, y para todos los gustos.

Una de las cosas que más disfruto es el abanico de posibilidades gastronómicas que ofrece la capital. Acá hay restaurantes, bares, restò, sushi bar, bistrò. Todo muy cool, todo muy light, todo muy in. Las primeras salidas fueron todo un deleite: allá en Rosario la oferta comestible también es muy amplia, pero Buenos Aires tiene barrios dedicados casi exclusivamente a eso, con nombres atractivos, todo altamente decorado. Sin embargo, un día en que mi billetera estaba un poco flaca y que tenía muchas pero muchas ganas de sentirme cerca de casa, me senté en un barcito de esos más tradicionales, y sin pedir la carta y casi sin levantar la mirada de mis libros le pedí al mozo que me trajera un té y un torpedo caliente. Me di cuenta de que no me había entendido cuando me preguntó qué iba a querer primero, si el té o el helado.

Este es un torpedo completo… con el jamón y el queso solo, me conformaba 🙁

Me terminé tomando el té con una medialuna, porque no hay forma de explicar lo que es un torpedo, y mucho menos de hacerle saber a la otra persona el placer que significa un torpedo recién sacado del horno en una noche de otoño. Me volví a mi casa algo indignada, solo para darme cuenta después de que la ‘loca’ era yo. Es una pena, pero acá la gente no sabe lo que es un torpedo, o un carlito, o una masita o un porrón… mucho sushi, comida tailandesa y hasta restaurant erótico, pero ponerle un poco de ketchup al sandwich de miga y meterlo a la tostadora todavía no se nos ocurrió…Pero bueno, está bien, si quiero las cosas que hay en mi casa, lo mejor es que me quede en mi casa, porque no tiene caso andar buscándolas por el mundo, (aunque el mundo ese donde las busco quede solo a 360 km de distancia).

En estos tres años que hace ya que estoy acá, mis salidas a comer han sido muchísimas. De cada lugar que fui tengo algún que otro recuerdo, y en más de una vez oportunidad me he llevado alguna sorpresa. Pero el colmo de los colmos fue hace unos meses, cuando me encontré frente a mi con un plato blanco, enorme, que en el centro tenía un tomate entero, apenas lavado. Alrededor del tomate y esparcidas libremente había unas cuantas hojas de albahaca, y finalmente se podían encontrar algunos bastoncitos de queso por debajo. Todo eso se hacía llamar ensalada capresse. Yo, que soy del interior y no tengo vergüenza, le pregunté a la mesera (tema que vamos a dejar para otra oportunidad, porque mozos eran los de antes) si el cheff tenía algún problema con sus cuchillos. O si simplemente le pagaban para jugar al bricolagge con mi comida, porque hasta donde yo sé un tomate enterito, lejos está de ser ensalada. «Esto, señorita, es comida gourmet», me dijo.  «Esto es una tomada de pelo», le contesté, y me fui.

Esta es una ensalada…
Este es un sandwich hecho tomate y queso, ¡no me jodan!

Por eso, no nos dejemos engañar con esta moda del Soho, el Hollywood, el boutique y tanto sushi. Probar no está mal, pero tanta sofisticación se me hace que ya está rozando el límite de lo ridículo…mucho más ridículo que yo pretendiendo un torpedo en plena capital.

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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