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De Prizren y otras vidas

La semana pasada me puse a mirar fotos de mis viajes con una amiga a la que no le gusta viajar. Es una combinación rara, lo sé, pero aunque a E. le encantan los minaretes de las mezquitas y se le hace agua la boca por una porción de baklava, ella está segura que en ningún lugar se va a sentir ni tan cómoda ni tan feliz como en su casa. Yo tenía muchas ganas de mostrarle fotos de Kosovo, porque E. es de la que se quedaron en el tiempo de las bombas y los refugiados y ─al igual que yo antes de viajar─ no tenía idea de lo hermoso que puede ser este lugar a pesar de la primeras planas.

kosovo prizren

Decidí empezar por lo último de nuestro viaje en el país y le mostré fotos de Prizren, la segunda ciudad de Kosovo, la más linda, la de la arquitectura mejor conservada (acá la guerra no fue tan fuerte), la del atardecer. Prizren debe ser ─estoy casi segura─ la ciudad más visitada de Kosovo, porque aunque su centro histórico es chiquito es precioso, y tiene un río que en lugar de dividirla en dos, como a Mitrovica, se convirtió en el lugar perfecto para que los bares saquen sus mesas, y la gente se siente a tomar algo al fresco de la tarde, y las familias enteras inunden los puentes otomanos.

Yo pasaba las imágenes de Prizren completando en mi mente, y sin darme cuenta, todos esos baches en blanco que iban quedando en los ojos de E., que estaba viendo la ciudad por primera vez, y a través de mis fotos. Ya no me doy cuenta de eso, lo hago sin pensar. No explico los gorritos blancos, ni los llamados a oración que vuelan desde los altoparlantes de los minaretes, ni pongo en Youtube la música de fondo que inundaba las calles de Prizren. (A veces pienso que hay cosas que me interesan solamente a mí, como lo ridículo del cartel luminoso de la Mezquita, o lo hermoso de los grafitis modernos tras las fuentes antiguas). Pero entonces E. se paró en una foto y fue al grano.

─ Eso no es normal─, me dijo.

Yo me quedé mirando la foto, recalculando. No entendía de qué me estaba perdiendo, hasta que entendí. La foto la había sacado Juan, en un intento de mostrar, justamente, lo vanidosas ─y lo hermosas también, por qué no─ de las mujeres de Kosovo. Esas mujeres que me hacían sentir chiquitita al pasar junto a ellas por la calle, con sus pelos perfectos, sus pestañas finas y sus piernas largas, siempre largas. En la foto, las mujeres ─que se suponían musulmanas─ estaban así, como nosotras pero fantásticas, a pura selfies, sin más, en el patio de una mezquita.

mezquita de prizren

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prizren kosovo

mezquita moderna

chicas de kosovo

Le conté a E. que en Kosovo, como en Albania, las mujeres eran preciosas y que rara vez se veía alguna cubierta. Por el contrario “lo normal” para ellas era andar muy arregladas y, de hecho, muchas veces era yo la que se sentía fuera de lugar, con ropa de batalla y sin un gramo de maquillaje.

─ No son tan diferentes a nosotros, si te ponés a pensar.

─ No, la verdad es que no…

─ Igual, a mí lo único normal que me parece normal es lo de acá, lo que ya conocemos.

Juan y yo habíamos hablado muchas veces sobre el concepto de “normal”. Volvíamos a escarbar entre esas letras cada vez que algo sacudía nuestros parámetros y nos tiraba lejos, muy lejos de nuestra realidad, o de lo que esperábamos encontrar. ¿Qué es “normal”, al fin y al cabo? E. no necesitaba viajar para plantearse el mismo dilema y pero así y todo prefería quedarse en su casa, porque la adaptación puede no ser algo sencillo. En Prizren, sin embargo, no había que hacer mucho esfuerzo por nada: la ciudad era muy occidental, estaba llena de viajeros y, además, todos hacían grandes esfuerzos por hacernos sentir bienvenidos.

arquitectura de prizren

prizren serbia

prizren bares

otoño kosovo

otonio y prizren

kosovo

Seguí pasando fotos. El otoño en Kosovo es tan soberbio, que si Prizren es linda de por sí, más linda es todavía con el marco dorado de la copa de los árboles. Ahora que veía las fotos de nuevo me pesaba otra vez el no habernos quedado más tiempo. No importa lo que digan las guías ni las agencias de viaje: aunque es cierto que en Prizren no hay tanto por hacer, una tarde es poco tiempo.

─ Si eso estuviera en Italia o en cualquier otro país de los conocidos, iría todo el mundo, sería conocida. ¡Es como si hubiera nacido en el lugar equivocado!

Tenía razón. Yo también lo había pensado antes, cuando estaba allí mismo, parada frente al hamman. Me imaginé lo ridículo que sería decir “este verano me voy de vacaciones a Kosovo”, y lo lógico que parecía estando ahí mismo, colándome en una iglesia antiquísima a chusmear los frescos que sobrevivían al paso del tiempo. Más que otra vida, había lugares que necesitaban otro universo. Se lo comenté a E., y mientras las fotos seguían pasando nos entretuvimos pensando en cómo seríamos ella y yo si en vez de acá hubiéramos nacido allá, o en Japón, o en la India. Qué sería de nuestras vidas y de nuestras personalidades si nos hubiese tocado una cuna de la realeza o una choza en el corazón etíope. E. frunció los ojos y sacudió la cabeza. La montaña rusa de imaginación era demasiado.

Suerte que te tocó acá, de este lado, y que podés hacer lo que te gusta.

─ Suerte…

─ Y ahora escribí algo lindo para que la gente vaya más a Kosovo, a ver si uno de estos días sale en la tele y la pobre Prizren se hace famosa.

No aspiro a tanto, pero si están por la zona, si tienen ganas de ver la otra cara de Kosovo que ronda por los inconscientes colectivos, Prizren es el lugar para empezar. Acá les dejo algo de info útil:

 Cómo llegar: Hay buses directos desde Pristina, Skopje y Tirana. El autostop funciona muy bien también.

 Dónde dormir: Si buscan en internet, el único hostel que aparece es el Prizren City Hostel. Los precios me parecieron un poco altos. Cerca del centro hay hoteles en los que se puede dormir por menos, sobre todo si no viajan solos.

 Qué visitar: Hay muchas mezquitas e iglesias, y no todas están abiertas. Esta una pequeña selección, lo que no se pueden perder si llegan a ir a pasar solamente una tarde.

Fuerte de Prizren: Si tienen tiempo, quieren sacar fotos panorámicas y les gusta subir montañas, entonces no se pueden perder el fuerte medieval que corona la ciudad. La entrada es gratis y está abierto todo el día. En el camino se van a encontrar con una antigua Catedral Ortodoxa.

Mezquita Sinan Pasha (es la que se ve en mis fotos): Aunque la mezquita data de 1615, la construcción de terminó en 2010. Y es que durante el SXX, la gente creía que las piedras con que había sido construida pertenecían a un antiguo monasterio serbio, y comenzó a desmantelarla poco a poco, para reconstruirlo. Sin embargo, las protestas impidieron el total desarme 1919 los serbios comenzaron a desmantelarla piedra por piedra para reconstruir el monasterio, y las columnas de la fachada de la mezquita fueron arrojadas al río, pero protestas masivas impidieron el total desmantelamiento.

Antiguo Hamman: Su nombre es de Gazi Mehmen Pasha y data de 1575. Lo particular es que, a diferencia de otros baños turcos, aquí los hombres y las mujeres podían bañarse al mismo tiempo, sin dividirse por sexo. No siempre está abierto, pero a veces se puede entrar. 

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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