Si hay algo que me llamaba la atención desde mucho antes de mudarme a Buenos Aires es viajar en subte. Siempre que venía de viajera me tomaba el subte con entusiasmo ,y aunque después de 3 años de vivir acá ya forma parte de mi rutina diaria, nunca dejó de atraerme, aunque ya de otra forma.
Al principio lo que me gustaba era el medio de transporte en sí (muy de pueblo yo, lo más sofisticado que conocía era la K, o el trole bus). Me hechizaba saberme viajando por debajo de la ciudad, ganándole al tránsito estúpido de las grandes avenidas, entrando en grandes túneles oscuros de repente.
Ahora ya no como una visitante sino como una ciudadana, del subte me atrapa el fenómeno social que representa. Es un grupo de gente viajando junta en un período corto de tiempo, en condiciones que no suelen ser de las más cómodas. Si uno presta atención, hay patrones de gente que se repiten viaje tras viaje, y aunque los personajes cambian, las conductas son siempre parecidas. Veamos:
“Me agarro como sea”: Cuando el subte está que explota, nadie viaja cómodo ni seguro. Es un hecho que no cambia: o lo aceptás o te tomás un taxi. Hay gente, sin embargo, que parecería querer dejar todo, hasta la vida inclusive, por llegar a rozar al menos el pasamanos o algún caño, argolla o algo, cualquier cosa vale. No exagero, si prestan atención van a ver que la gente estira los dedos como queriendo alcanzar la puerta al paraíso…me hacen acordar a la ardillita de La era de hielo. Lo llamativo es que cuando lo rozan, (aplastando en el camino la cabeza de media docena de gente) no se sostienen. Es más, tan estirados están que pierden totalmente el equilibrio. ¿Qué consiguen entonces? Yo creo que es algo psicológico, definitivamente.
“Noooo no’ vamo’ nada”: Esta sería una variación del fenómeno anterior. Es esa gente que viaja en horas pico y se baja en estaciones donde no se baja nadie. Tiene que empujar señora, no se van a bajar 14 personas para que usted baje al estilo Mirta Legrand en los Martín Fierro. Si usted fuese Mirta Legrand, ¿estaría viajando en subte? Entonces, como tiene que empujar y ya se baja, sueeeeelte la agarradera y deslícese hacia la puerta. ¡No sea egoísta señora, deje que otros se puedan agarrar! No, el precio del subtepass no viene con agarradera incluida. No señora, esto no es un combo, para combo vaya a McDonalds, pero olvídese de Mirta Legrand.
“ El justiciero del pasillo”: ahhhh, este me inspira. Suele ser la típica ama de casa, o señora del tapial (x no decir vieja tapialera), o el señor con aires de galán frustrado, que necesita hacerse notar. Rara vez se viste de traje – el oficinista no se mete. Pero el justiciero es una persona que por lo general viaja en el pasillo tan incómoda como cualquiera de los otros, sólo que él no puede con las injusticias del mundo, y por algún lado tiene que empezar. ¿Dónde sino en el propio subte? Es el clásico hincha pelotas que cuando ve que hay un adolescente sentado y una señora no tan mayor, o alguien con un nene de hasta 12 años viajando parado empieza el típico monologo indignado: ¿Alguien le puede dar el asiento al señora por favoooor? ¿Dónde está la caballerosidad? ¡Qué cosa, y se hacen los que escuchan música con esos aparatos! ¡Aislados del mundo…que juventud estamos generando! Y ahí salta otro justiciero que venía aplacado y responde: ¡Si, escucha pero ve, porque los ojos los tiene! Les juro que me hace reír mucho. A veces alguien se siente identificado y se levanta, y otras veces los justicieros se quedan indignados durante todo el recorrido, sin darse cuenta del ridículo que están haciendo, porque el resto de la gente se mira cómplice y se sonríe. Gracias Justicieros, gracias por alegrar mis mañanas, por hacer de mi viaje algo más entretenido, no se extingan nunca!!!
“Hace mucho que no me atienden, así que aprovecho y gimo como pornoestar”: Esa es meno frecuente, pero pasa. Es la señora a la que están empujando y empieza a gemir cuál película de codificado. Se supone que es de dolor, pero llega un punto en donde me permito mis dudas. A ver señora, no es que todos conspiramos contra usted… A MI TAMBIÉN ME APLASTAN Y YO TAMBIÉN SOY PETISA Y A MI TAMBIÉN ME MOLESTA. Pero no me quejo señora, es así, es lo que hay, hay que bancarsela. Yo creo que estas mujeres lo hacen para que algún caballero de los que ya no existen les de el asiento (no nos quejemos luchamos por la igualdad del hombre y la mujer, ahora agua y ajo). Pero a veces, como nadie les da bola empiezan a buscar espacios en blanco y a ordenarle a la gente que se corra. Algunos hacen caso, otros no. Hoy por ejemplo viaje al lado de una señora así, que se la pasó gimiendo desde Malabia hasta Florida. En Carlos Gardel, como ya nadie le daba bola empezó a decir: ‘ahí atrás del señor de saco gris hay un hueco’ y mientras ella gritaba eso, de ese hueco se asoma una mano y dice: ‘estoy yo, estoy yo’…¡Dios como me reí! ¡Era una señora mucho más petisa! Lógico: ¿señora usted se piensa que la gente se aplasta porque hace frío? ¿Se cree que si eso estuviera vacío a nadie más que a usted se le hubiera ocurrido moverse? Genial la mano de la señora agitándose…me sigo riendo.
“Estoy embarazada, soy impune”: El mundo de las embarazadas… ahhh que ternura…ositos de peluche, canciones de cuna, mimos, corazones. NO, las embarazadas se transforman en el subte. Encaran a todo el mundo con la panza como si fueran una topadora y se creen que tienen el derecho de exigir cualquier asiento a cualquier persona. NO, hay asientos designados para embarazadas, si estoy sentada en el medio, no es mi obligación legal, puede serlo moral, pero no legal. Para eso está el asiento de la punta…si en la punta hay un pistola que se hace el dormido, andá a despertarlo a él, no te pares con cara de perro, pongas tu panza en mi cara y me digas de muy mala onda: me haces el favor de darme el asiento?, como si me tuviera que dar vergüenza, porque no me da.
“Titanes en en tuuuuuuuu”: Acá sí, hay oficinistas, señoras mayores, hombres. De todo…son los clásicos que se pelean justo en la puerta, cuando suena la sirena, porque uno sube y el otro empuja y empuja para subir. No nos podemos enojar con el que empuja, todos alguna vez hemos empujado, todos volvemos del trabajo cansados, todos queremos llegar a casa. Si el titán sube, empieza el clásico intercambio de palabras subido de tono. Esta es típica pelea cheta de la línea D. Se putean a los gritos, la gente mira asustada o asombrada. Y nunca, nunca terminan a las piñas porque… ¡¡¡no hay lugar!!!! ¿Dónde se van a pegar si no pueden ni mover el codo? Yo creo que el saber esto los incita a hacerse más los machos. Muchachos, o se cagan a trompadas y nos dan un espectáculo que comentar, o dejen de putearse porque aburren…es como calentar la pava y no tomarse el mate…todo el subte a la expectativa de ver algún sopapo y todo termina con una puteda bala…mi hermanito pelea mejor.
Hay más fauna, hay que saber reconocerla, apreciarla, reírse y disfrutarla. Adoro viajar en subte. Nunca falta el clásico: viajamos como sardinas o como vacas al matadero… es un bajón, pero es lo que hay! ¿Qué ganamos quejándonos? ¿Va a cambiar algo, se va a bajar toda la gente del vagón para que yo haga una sesión de fotos en plena línea D un lunes a las 8 de la mañana? ¡No! Entonces, ¿por qué no sonreímos, nos reímos de las caras largas, gemimos con la señora que quiere placer y sacamos panza a ver si alguien nos da un asiento?
JAJAJAJAA eras y sos una geniaa! terminé la publicación riéndome sola con lo de las trompadas jajaja… Hace poco viajé por segunda vez en mi vida a Capital y por primera vez viajé en subte y fue geniaaaal, por eso llegué ahora a este post 🙂 te sigo hace un tiempo (a vos, a Juan y a Aniko jaja) y hace unas semanas compré Caminos Invisibles y lo estoy disfrutando muchísimo, sobre todo porque estoy con la idea de agarrar rumbo Norte argentino, Bolivia y Perú en un futuro cercano 🙂
Siempre quise viajar y ustedes están siendo muy inspiradores!!!
Abrazo desde Necochea 🙂