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5 recuerdos de DF

Hace tiempo que tengo una deuda con este blog. Desde que me mudé de plataforma, dediqué mucho tiempo a reacondicionar los post anteriores, a retocar las fotos, a hacer todo más amigable. Pero hay un país ─dicen que los últimos serán los primeros─ que quedó pendiente. México, el viaje que le dio origen a este blog, quedó relegado.

Por eso, acá va una lista de mis recuerdos más fuertes de mi viaje por la capital azteca, por orden de aparición (vamos a hacer de cuenta que esto es una película, ustedes pueden imaginarse la música que quieran!)

Aterrizar en DF: arriba del cielo (1)

Llegué a DF de noche, después de un viaje eterno con dos escalas y toda la incomodidad de la tarifa de estudiante. (“El martes más largo de mi vida” es una mini crónica sobre ese viaje). Sabía que estaba por llegar a un monstruo, pero no lograba dimensionarlo. Cuando el avión comenzó a sobrevolar la ciudad, me paralicé. Era un agujero negro lleno de luciérnagas, miles, titilanes, todas debajo de nosotros. Nunca había visto (y sigo sin ver) nada parecido. La ciudad se perdía en el horizonte de la noche, y allí llegaba yo, pequeña, incrédula, feliz.

Del subte a la escalera, y de la escalera al Zócalo (2)

En el DF me recibió una familia amiga dispuesta a mostrarme lo mejor de la ciudad, a que yo viviera una experiencia de lo más auténtica posible. Así que la primera mañana viajamos en subte. Como buena chica del interior, el subterráneo siempre me pareció algo maravilloso desde todos los aspectos. Pero si el cielo de la noche anterior me había dejado boquiabierta, el subte me fascinó. Con un entramado enmarañado, las escaleras para bajar hasta las formaciones se me hacían infinitas. Dos, tres pisos hacia abajo, con miles de personas corriendo en sus rutinas. Si en Buenos Aires viajar en subte es caótico, en DF es un descontrol. Después de equivocarme de vagón, aprender que hay formaciones exclusivas para mujeres y de hacer combinaciones imposibles, llegué finalmente a destino. De pensar que allí afuera estaría el Zócalo, ese que tantas veces había visto por la tele, se me saltó el corazón. Sin embargo, a medida que subíamos por ese túnel infinito, lo único que se veía era el celeste iluminado del mediodía al fondo del camino. “Esto es una escalera al cielo”, pensé. ¿No había nada alrededor? Cuando llegamos al final de la escalera, no pude contener las lágrimas. Estábamos en medio del Zócalo, y una bandera monumental flameaba con pereza. “Ahora entenderás porque la Plaza de Mayo me supo a poco”, me dijo mi compañera. Y claro. Con semejante Casa de Gobierno, semejante plaza, semejante bandera, cualquiera queda deslumbrado.

Zócalo de Mexico

viajero en zócalo de DF 

Cara a cara con Frida (3)

Desde la Gioconda etiquetada en un frasco de mermelada hasta la Marilyn de Wharol como tapa de cuadernos, hay obras de arte que han traspasado las paredes de los museos y que se han vuelto muy famosas. Los cuadros de Frida Khalo, no son la excepción. Con sus cejas tupidas y su mirada penetrante, no debe haber viajero que no pueda reconocer a Frida. Pero una cosa es verla en un monitor, en una réplica, en una pantalla y otra muy diferente es tenerla en frente, cara a cara, sin más. Yo la vi por primera vez en el Museo de Arte Moderno. No sé si lo que sentí fue el placer de estar observando una obra que me gusta por su belleza, porque hay algo de ella que me transmite mucho dolor y que a veces se me hace hasta tétrico. Pero no pude dejar de admirarla. Se supone que este cuadro lo pintó tras su divorcio con Diego Rivera y que las dos Fridas representan momentos diferentes de su vida. Hay mucha simbología en el cuadro. La mancha de sangre sobre el vestido blanco se ve tan intensa de cerca, que inquieta. Y roba admiración. Ojalá logre algún día ser tan precisa con mis palabras como ella lo fue con sus pinceles.

las dos fridas

Coyoacán o la casa del amor (4)

Tuve tiempo de redimir el recuerdo turbador de la primera impresión (que no siempre es la que cuenta) y en mi cuarto día en DF hice una escapada hasta Coyoacán. Allí pasé una mañana en la casa que Frida compartió con Diego y que hoy es museo. Pude ver sus obras, sus estudios, sus espacios personales. Y cuando el amor se quedó sin paredes, paseé un buen rato por los alrededores de este lugar que me pareció ideal para caminarse una vida. (Por qué será que el tiempo de los viajes es tan corto).

Frida y Diego

 Burritos en la Casa de los azulejos (5)

La Casa de los azulejos es un restaurant típico del DF que está situado en un palacio en pleno centro histórico. Se lo conoce así debido e los miles de azulejos de Puebla que cubren toda la fachada y el interior del edificio, convirtiéndolo en un lugar único. Viajar a México es viajar con los sentidos, y sobre todo con el paladar. Hay quien dice que desde que pasó a ser parte de una cadena de de comidas internacional, la Casa de los azulejos perdió su magia. Puede que los platos no sean de lo más refinados, pero para mí la experiencia no pasa sólo por lo que le ponen a uno en el plato. Estar sentado en un lugar tan suntuoso, con tanta historia, y disfrutar de un plato típico en el corazón del DF es algo que vale la pena. Y que quiero repetir.

Laura Lazzarino

Soy Laura y desde 2008 vivo con mi mochila a cuestas, con un único objetivo: viajar para contarlo. Este blog es el resultado de mis aventuras a lo largo de +70 países. ¡Bienvenido a bordo!

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